ENTRE AMIGOS. Mercedes dejó de ser la entrevistadora para ser la entrevistada, también por los numerosos aistentes al acto.
Cultura

De Vallesequillo a New York City Periodista ante todo y todos

La periodista jerezana, Mercedes Gallego, contó ayer en una entrevista pública su experiencia como corresponsal

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Es una mujer menuda y de estatura mediana. Luce una larga melena negra y una sonrisas amplia y tranquila, a pesar de los pesares. Mercedes Gallego vio con sus propios ojos cómo los aviones embistieron a las Torres Gemelas el 11 de Septiembre de 2001, después vio como uno de sus mejores amigos, periodista como ella y compañero de trinchera, moría a su lado durante la guerra de Irak. Ayer estuvo en su tierra, en el Jerez que la vió en sus primeras aventuras periodísticas para contarles a todos sus experiencia como jerezana de mundo. La reportera Mercedes fue entrevistada ayer por el director de LA VOZ en Jerez, Javier Benítez, dentro del ciclo Tardes en la escuela, organizado por la delegación de Formación y Empleo en la Escuela de Negocios. El acto será emitido en breve por Onda Jerez.

Su nombre se escuchó en todas partes tras la cruda experiencia en Irak como periodista empotrada con los marines estadounidenses. Escribió un libro, Más allá de la batalla, en el que cuenta todos los detalles. Es conocida por eso, aunque muy poca gente sabe que en su casa de Manhattan huele a puchero jerezano, algo que cocina cada vez que puede con los huesos que esconde dentro de los zapatos en las maletas cuando vuelve a Nueva York después de una de sus fugaces visitas.

«La mitad de Jerez ya no lo conozco, cada vez que vengo hay alguna cosa nueva», asegura. «Creo que esta ciudad ha evolucionado mucho, ya se puede vivir en Jerez y no ser un pueblerino. Prueba de ello es la acogida que está teniendo el nuevo periódico LA VOZ, que hace un periodismo más moderno».

Con respecto a su ciudad de residencia, asegura que «es fantástica, un punto y aparte al margen del resto de Estados Unidos. Nueva York es una ciudad en la que la creatividad bulle».

«En Irak perdí el miedo cuando después de la muerte de tres amigos en tres días me di cuenta de que podía ser la siguiente», recuerda. «Dormíamos con las botas y los chalecos antibalas puestos para protegernos de cualquier bombardeo inesperado».

Aunque toda la misión fue delicada, uno de los momentos clave fue el de la entrada en Bagadad: «Había tiroteos cruzados, venían balas de todas partes: en ese instante, ya no me importaba nada, me había insensibilizado a lo que pudiera ocurrirme, estaba como anestesiada».

Durante el mes que sobrevivió como una marine, pudo comprobar las injusticias que se cometen en este cuerpo contra las mujeres: «Los hombres creen que sirven para que ellos se desahoguen sexualmente y cuando ven que no es así, hay violaciones y acoso». Tiene las ideas claras: «Prefiero morir en una guerra que atropellada en la Quinta Avenida. Moriría haciendo lo que me gusta, sería un regalo». Asegura que su experiencia en la guerra de Irak en el 2003 «mereció la pena porque me ha hecho ser la que soy ahora».

A la pregunta de Javier Benítez de si volvería a una guerra, insiste en que «sí, siempre. Mi madre siempre dice que he sido muy atrevida».

«Sólo soy una periodista que quiere contar las cosas desde dentro, no me atrae el morbo ni la sangre, sino las vivencias humanas».

Como reportera vocacional desde la más tierna infancia, insiste en que «detesto en lo que se ha convertido el Periodismo hoy en día porque los periodistas tienen muy poco contacto con la noticia: hacen búsquedas por Internet y muchas llamadas de teléfono».