ENTUSIASTA. Mercedes Gallego, en un momento de la entrevista.
Cultura

De Irak a New York City con el puchero escondido

La periodista gaditana, Mercedes Gallego, relata en una entrevista pública su experiencia en la guerra de Irak y como corresponsal en EE UU

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Es una mujer menuda. Luce una larga melena negra, sonrisas amplia y serenas... a pesar de los pesares. Mercedes Gallego ha visto ante sí cómo los aviones embistieron las Torres Gemelas, después vió como uno de sus mejores amigos, colega y compañero de trinchera, mo-ría a su lado durante la guerra de Irak. Ayer estuvo en su tierra, en el Jerez que la vió en sus primeras aventuras periodísticas para contar su experiencia como reportera. Fue entrevistada, en público, por el director de LA VOZ en Jerez, Javier Benítez, dentro del ciclo Tardes en la escuela, organizado por la Delegación de Formación y Empleo en la Escuela de Negocios.

Su nombre se escuchó en todas partes tras la cruda experiencia en Irak como periodista empotrada con los marines estadounidenses. Escribió un libro, Más allá de la batalla, en el que cuenta to-dos los detalles. Es conocida por eso, aunque muy poca gente sabe que en su casa de Manhattan huele a puchero, algo que cocina cada vez que puede con los huesos que esconde dentro de los zapatos en las maletas cuando vuelve a Nueva York después de cada una de sus fugaces visitas.

«La mitad de Jerez ya no lo co-nozco, cada vez que vengo hay al-guna cosa nueva», asegura. «Creo que esta ciudad ha evolucionado mucho, ya se puede vivir en Jerez y no ser un pueblerino. Prueba de ello es la acogida que está teniendo el nuevo periódico LA VOZ, que hace un periodismo más moderno». Con respecto a su ciudad de residencia, esa capital del mundo y de los rascacielos mitificada por el cine, asegura que «es fantástica, un punto y aparte al margen del resto de Estados Unidos. Es una ciudad en la que la creatividad bulle». Su apego por Nueva York no le impide conservar un intenso espíritu reportero: «Prefiero morir en una guerra que atropellada en la Quinta Avenida. Moriría haciendo lo que me gusta, sería un regalo».

Asegura que su experiencia en la guerra de Irak «merece la pena porque, con todo lo bueno y malo que me pasó, me ha hecho ser la que soy ahora».

A la pregunta de Javier Benítez sobre si volvería a una guerra, insiste en que «sí, siempre. Mi madre siempre dice que he sido muy echada para delante, muy atrevida».

Pese a la exaltación que la sociedad hace de los periodistas que cuentan los grandes conflictos en primera línea, insiste en que el oficio es un simple ejercicio de servicio a los demás: «Sólo soy una periodista que quiere contar las cosas desde dentro, no me atrae el morbo ni la sangre, sino las vivencias humanas».

Como reportera vocacional, inisiste en la degradación de la profesión, acomodada por la tecnología y lejos de los hechos que debe contar: «Detesto en lo que se ha convertido el periodismo hoy porque los periodistas tienen muy poco contacto con la noticia: ha-cen búsquedas por Internet y muchas llamadas de teléfono».