PROTAGONISTAS. El equipo médico, que ha realizado la intervención, posa junto a María José, la madre de la pequeña Cristina. / EFE
Sociedad

Médicos madrileños trasplantan con éxito seis órganos a una niña de año y medio

Se recupera en casa de una operación de once horas realizada el 25 de marzo para proporcionarle el intestino, estómago, duodeno, páncreas, hígado y bazo de un bebé donante de seis meses

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La vida de Cristina no ha sido fácil durante su escaso año y me-dio de vida. El primer susto llegó en el octavo mes de gestación, cuando la ecografía se empeñaba en mostrar un bulto sospechoso en el interior de su pequeño estómago. Al nacer ya no hubo duda, se trataba de un tumor; benigno, aunque peligroso si continuaba creciendo. Quitarlo no era excesivamente arriesgado, pero Cristina tuvo mala suerte y la arteria que irrigaba su intestino y parte del colon se seccionó durante la operación. Tenía dos meses. Desde ese accidente quirúrgico, la pequeña se vio envuelta en una espiral de cirugías y complicaciones médicas que inutilizaron por completo su aparato digestivo.

Hasta cinco veces pasó por el quirófano, y en cada intervención la pequeña paciente perdía otro trozo de su intestino. No podía comer, y las calorías que necesitaba para sobrevivir llegaban por sus venas en forma de suero. Cuando apareció en el Hospital La Paz, el trasplante completo de su aparato digestivo era su única opción, porque la alimentación parenteral también había conseguido destruirle el hígado.

Necesitaba seis órganos nuevos: intestino, estómago, duodeno, páncreas, hígado y bazo. Un único donante, un bebé de seis meses y prácticamente su mismo peso, le dio el pasado 25 de marzo la oportunidad para seguir viviendo a sus 18 meses. Durante once horas, el equipo de trasplantes digestivos de La Paz, que coordina Manuel López Santamaría, realizó la complicada intervención. Ayer, dos meses después de la cirugía, cuando Cristina ya ha abandonado el hospital y ha empezado a tomar sus primeros biberones, sus médicos se han atrevido a anunciar el éxito de un injerto tan raro como complejo.

No es el único trasplante de estas características que se ha realizado en España, pero sí el primero que culmina con éxito, es decir, que consigue la supervivencia del paciente. En los últimos seis años, el equipo de La Paz lo ha intentado en tres ocasiones más y, pese al éxito inicial de la cirugía, ninguno de los niños vivió. En el resto del mundo, sólo se han realizado 69 trasplantes multiviscerales, y son excepcionales los casos infantiles. «Éste es el primero o uno de los primeros procedimientos pediátricos que se realiza con éxito» en el continente, señaló López Santamaría. En Europa, además del Hospital La Paz, otros dos centros en Francia y el Reino Unido realizan este tipo de trasplantes.

«Ahora tiene un futuro»

Ayer, los médicos que trataron a Cristina no podían ocultar su satisfacción y tampoco su cautela. «Cristina no tenía ninguna posibilidad y ahora tiene un futuro», dijo con rotundidad el responsable del equipo de trasplantes. Si no hay complicaciones, su vida será como la de cualquier niño, «aunque deberá vivir con los riesgos de cualquier persona trasplantada. Podría producirse el rechazo de algunos de sus órganos, deberá soportar los efectos secundarios de los fármacos inmunosupresores y superar el riesgo de infecciones. A un enfermo trasplantado nunca se le da el alta definitiva», explicó.

A Cristina le permitieron ir a casa el pasado día 9 tras permanecer 45 días ingresada. Aún necesita una sonda nasogástrica y un control médico exhaustivo. Ha empezado a comer «por boca» y su estado físico es «muy bueno», aseguran los especialistas. Sus condiciones no se parecen a las de los tres niños anteriores que pasaron por la misma situación. «A ninguno de ellos le llegamos a dar el alta en el hospital. Estaban muy deteriorados antes de ser operados y eso pasa factura en el postoperatorio». Leyre, una adolescente de 16 años, la primera que recibió un trasplante completo del aparato digestivo, vivió durante cinco meses. Nunca salió del hospital.

Gracias a los donantes

Los últimos meses de angustia e incertidumbre no han conseguido borrar la sonrisa a María José, la madre de Cristina. Pero no puede dejar de emocionarse al recordar a los padres del bebé «tan chiquito» que donaron sus órganos. «Sin su gesto ninguno de nosotros estaríamos hablando de mi hija», dijo. María José contó ayer «lo angustioso» que había sido ver como su pequeña se iba deteriorando día tras día mientras esperaba el trasplante salvador.

Compartió lo alegre que es Cristina y cómo una niña sana «y muy rica» terminó conectada a una máquina para poder alimentarse. «No comía, se iba consumiendo poco a poco, su piel se volvía amarillenta y estaba todo el día echada o sentada en su carrito». Ahora se está acostumbrando a comer. Mantiene una sonda en la nariz para ayudarla a alimentarse hasta que se acostumbre de nuevo a la comida. «Le cuesta mucho tomar el biberón, pero, después de todo lo que hemos pasado, tenerla en casa y ver cómo empieza a correr es emocionante».