Laboristas británicos aumentan la presión sobre Blair para que ceda el testigo a Brown
Consideran que los cambios en el Gobierno son insuficientes y no resuelven la crisis
Actualizado: GuardarEl partido parlamentario laborista estaba ayer pendiente de la celebración, este fin de semana, de un encuentro entre Tony Blair y su ministro de Hacienda, Gordon Brown, que resuelva finalmente el calendario de una transición interna, tras los malos resultados electorales de esta semana y la remodelación del Gabinete. El misterio sobre la celebración de una reunión da una medida de la extraña relación personal que mantienen dos políticos que compartieron despacho e ideas desde sus inicios y que viven desde hace casi diez años en apartamentos prestados el uno al otro sobre sus oficinas en los números 10 y 11 de Downing Street.
Las cuestiones materiales que exigen el encuentro son públicas y notorias. Un Gobierno que ganó unas elecciones generales hace exactamente un año no consigue zafarse de crisis y problemas y, en las elecciones municipales del jueves, el partido quedó tercero en el porcentaje del total de votos. Brown calificó los resultados como una salva de aviso y mencionó la cita con el primer ministro para indicar que ambos iban a estudiar conjuntamente la renovación necesaria del partido y del Gobierno. Mientras tanto, el primer ministro hacía un reajuste del Gabinete para reordenar la dirección de su mandato.
A medida que se fueron conociendo los detalles del nuevo Ejecutivo, algunos políticos laboristas emergieron en los medios de comunicación mostrando su reserva de que el reajuste de Blair fuese suficiente. Según ellos, es necesario también resolver la incertidumbre sobre la transición, que lo enmaraña todo. Los políticos que lo decían son la guardia pretoriana de Gordon Brown -los ex ministros Nick Brown y Andrew Smith-, y otros hasta ahora más ambiguos sobre la cuestión del liderazgo, como Nick Raynsford. También asomaron las voces persistentes de la izquierda parlamentaria laborista pidiendo la marcha de Blair.
Conspiración
Según el diario The Guardian, lo que ocurrió en el atardecer del viernes, como respuesta a la remodelación el Gabinete, es la puesta en marcha de un plot, de una conjura, orquestada por Brown y sus colaboradores para exigir la reunión con Blair y definir la agenda de la reunión. Se avanzan ya detalles futuros de la conspiración. Se habla de una carta, aunque parece que hay al menos dos, o dos ideas de cartas, para exigirle a Blair en nombre de 50, quizás de 70, parlamentarios del partido que anuncie la fecha de su marcha y, si no escucha, incluso de retar su autoridad con un caballo de Troya.
La misión de caballo correría a cargo de un parlamentario laborista que no tiene reales aspiraciones al liderazgo, pero que retando a Blair fuerce un voto que muestre la profundidad de la disidencia al líder. Así fue el principio de la conjura diseñada por Michael Heseltine para desbancar a Margaret Thatcher.
Todo esto se sugiere y se evoca para presentar a Blair el horizonte de ser desbancado por la fuerza en un agravamiento de la indisciplina parlamentaria y para que acceda a sentarse con Brown a negociar sobre la transición, que no parecería tan complicada si sus dos protagonistas no tuvieran una relación tan difícil.
Blair anunció que no se presentaría a unas cuartas elecciones antes de acudir al quirófano para someterse a una intervención cardíaca ligera, en septiembre de 2004. Con dudas sobre su salud a ocho meses de la cita con las urnas, dijo que, tras la recuperación, se presentaría a los comicios, serviría una tercera legislatura completa, pero no se postularía para una cuarta.
Puesto que el Partido Laborista tiene unas normas para sus elecciones internas del líder, la cuestión sería definir cuándo se celebran esos comicios, de tal modo que el nuevo candidato pueda quizás apartarse del Gobierno y diseñar su propia campaña. Pero Gordon Brown no lo ve de la misma manera.
Traición
Brown era el hombre de más poder y autoridad en el dúo dinámico del nuevo laborismo hasta que, en mayo de 1994, tras la muerte súbita de John Smith, él y Blair fueron arrojados a la instantánea competencia por sustituirle. Blair se adelantó y el actual titular de Hacienda lo percibió como una traición personal y un desafío oportunista.
El jefe de Gobierno sugirió entonces a Brown lo mismo que a sus propios amigos: que podría abandonar la política a mitad de un segundo mandato, si lo ganaba, y dejar el paso. En el segundo mandato, Blair se fue a Irak y no se retiró. Ahora intenta salir mejor en la historia, agotar todos los plazos en su dominio de la política británica durante una década.
En esas circunstancias no parece sostenible el juego de Blair de gobernar presumiendo que nunca Brown se decidirá a dar el golpe. Fijar los términos de la transición es también necesario para el primer ministro. Quien parece ser que iba a hablar este fin de semana de estas cosas con su camarada y vecino.