Editorial

Coalición en Israel

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La consecución de un acuerdo de coalición alcanzado ayer entre los dos partidos más votados de Israel, Kadima, derecha liberal, y Laborista, centro-izquierda, asegura en principio la estabilidad del nuevo gobierno de coalición en Israel tras las elecciones del 28 de marzo. En la nueva mayoría se incluye el «Partido de los jubilados» (siete escaños) y los confesionales pragmáticos, sefardíes del Shas (13) y askenazies de la Torá Unificada (seis) firmarán en las próximas horas y darán una mayoría suficiente: 74 escaños de un total de 120. La coalición permitirá al presidente Olmert acometer su programa de retirada de territorios ocupados en Cisjordania mientras refuerza los asentamientos judíos en otras zonas del territorio.

Los resultados, con tantos partidos -hay otros tantos fuera de la mayoría y diez escaños árabes al margen de estas componendas- y un electorado tan disperso sorprenden a los usos europeos, pero así están las cosas en Israel hace muchos años: un parlamento muy diverso, tribalizado según sus críticos, que desearían una reforma de la ley electoral (ahora es proporcional). Eso explica las angustias en que viven a menudo los gobiernos, siempre cerca de una crisis en cuanto uno de los factores de la mayoría aparentemente bien atada, se aleja de la disciplina pactada. Le ocurrió a Rabin, a Peres, a Baraq, y, del viejo tronco del Likud, a Netanyahu y, sobre todo, a Ariel Sharon. Su ruptura con sus opositores dentro del partido y la fundación de Kadima en otoño obligaron a convocar comicios anticipados.

La coalición, a la que podría unirse incluso el muy ultra Yisrael Beiteinu si se resuelve el status de su jefe Avigdor Lieberman y el partido asume sin reservas la plataforma diplomática del Kadima-Labor, supone en principio satisfacción suficiente a todos sus socios: mejores pensiones a los jubilados, dinero al Shas para su red educativa y asistencial y siete ministerios (en realidad cinco y dos puestos sin cartera) a los laboristas incluyendo Defensa para su nuevo líder, Amir Peretz. Kadima se negó a perder Hacienda y mantiene Exteriores en la persona de Tzipi Livni.

El plan económico promete más atención a los desfavorecidos, en claro aumento, rigor económico y, lo que más importa, un programa de seguridad a base de retiradas de buena parte de los territorios ocupados hasta fijar unilateralmente en cuatro años lo que Olmert llama fronteras definitivas de Israel. Con o sin negociación con los palestinos. Una política poco realista que Washington, duda en respaldar, y que a la vista del enrroque del gobierno palestino de Hamás no augura nada bueno a corto plazo.