Gran reapareción
Actualizado: GuardarYa empezábamos a echar de menos a Bin Laden. No recordábamos con precisión que suele aparecérsenos, más o menos, cada trimestre, y cada vez más desmejorado y cada vez en mejor forma. Es la estrella invitada de todas las televisiones y todos los periódicos del mundo y tiene, como es común entre los profetas, un aspecto de convaleciente. ¿Por qué los fanáticos están desnutridos? Bin Laden, con su aspecto de místico sufí, es como un caballero del Greco con turbante, un apóstol de Mahoma que hubiera nacido en el Albaicín. Nadie puede negarle que su apostura física va a favorecer la iconografía. El deje melancólico le presta un aura con el que compite su metralleta, siempre al alcance de la mano. Ahora acaba de decirnos que el boicot de Occidente a Hamás, que sigue luchando a tiros en Gaza, es la prueba de que existe un «choque de civilizaciones».
Llegará un día en el que las civilizaciones no choquen y será la prueba de que han llegado a estar verdaderamente civilizadas. De momento, en España estamos integrando a las naciones que estaban juntas. Vengo de pasar unos días en la realidad nacional de Madrid y ahora estoy en la realidad nacional de Rincón de la Victoria, no sin pasar por la realidad nacional de La Cala. La semántica está siendo más determinante que la historia.
Quizá lleve razón Boadella, que dice que ahora todos somos nación y que más adelante todos seremos imperio. Lo que hay que pedirle a Dios o a Alá es que no choquemos.
Ya conocemos el punto de vista de Bin Laden y el de Pascual Maragall. El presidente de la Generalitat asegura que el Estatuto es el pacto entre dos soberanías, la catalana y la española. Qué bien tener tantas soberanías.
Estamos de soberanías que quita el sentido. Sobre todo el sentido común.