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Los gaditanos apuestan casi 400 millones de euros anuales en bingos, casinos y tragaperras

Cádiz es la cuarta provincia que más gasta en el juego, con 338 euros de media, superada por Málaga, Sevilla y Jaén Cuatro de cada diez ludópatas gaditanos en tratamiento abandona la rehabilitación después de seis meses

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A los gaditanos les gusta el juego, y mucho. Eso es por lo menos lo que dicen las cifras. A falta de los datos de 2005, las Estadísticas del Juego Privado en Andalucía señalan que los gaditanos jugaron 338 euros de media por persona a las máquinas tragaperras, al bingo y al casino en 2004. Una tendencia que crece con los años a buen ritmo. Y es que en Cádiz se jugaron más de 302 millones de euros en 1998 mientras que en 2004 apostaron más de 394 millones. Datos que colocan a la provincia por detrás de Málaga, con 668.288.000 de euros, Sevilla, con 441.443.000 de euros y Jaén.

Es más, en los dos casinos gaditanos el volumen de negocio fue en 2004 de 62.710.000 euros mientras que los dos malagueños aventajaron a Cádiz con 241.798.000 euros. Si la cosa va de bingos Cádiz gana por goleada. Es la que más establecimientos tiene. Así, sus 19 locales de juego tuvieron un volumen de negocio de 123.850.000 euros.

Mientras, en las máquinas tragaperras la cosa pinta también muy parecido. Su volumen de negocio crece año a año en número de máquinas de ahí que se pasase de 4.599 máquinas en 1997 frente a las 5.506 que hay a día de hoy.

Por esa razón y otras cuestiones, el juego privado habla por sí solo. En los dos casinos el volumen de negocio fue de 62,71 millones de euros mientras que en los 19 bingos los gaditanos apostaron 123,85 millones de euros, a lo que se suma lo gastado en las tragaperras, 207,55 millones.

Cifras que dan vértigo, pero que sugieren que más de uno tiene un problema de adicción. De ahí que un total de 126 personas hayan acudido a los diferentes entes administrativos para darse de alta y prohibir así su propia entrada a los casinos de la provincia cuando en el país, de acuerdo con la Memoria del Ministerio de Hacienda del año pasado, 32.574 personas no pudieron acceder a los casinos y otras 23.182 a los bingos.

Sin embargo, la posibilidad de prohibir la propia entrada en los recintos de juego cuenta con varias particularidades. En algunas ocasiones, una persona se da de alta para no entrar en bingos o en salas de juego, pero sí en los casinos. O también, tiene el derecho de denunciarse y no acceder a las salas de su propia comunidad, pero no en otras. Así, puede acudir al bingo en su lugar de vacaciones.

Prevención

Habitualmente, las personas que deciden denunciarse, es decir, pedir al Gobierno, a la Policía Nacional o a la Administración del Estado su no admisión en este tipo de lugares, sufren ludopatía y prefieren prevenir el riesgo de no controlar su enfermedad en un momento dado. Un procedimiento que es muy sencillo basado en rellenar una serie de formularios a los que se añade una fotocopia del DNI.

La ludopatía es un enfermedad muy seria, pero los expertos en la rehabilitación de personas adictas al juego comprueban que cada día hay un alto porcentaje de estos enfermos que abandona la terapia. Esto sucede en la Asociaciación de Jugadores de Azar en Rehabilitación del Campo de Gibraltar, fundada en 1992, que atiende de media a 100 personas cada año.

De ellos, el 40% abandona la terapia antes de tiempo. «Muchos lo hacen porque la distancia es grande, pero cualquier excusa es buena para abandonarla; sin embargo, lo curioso es que muchos de los que se marchan vuelven al año, después de estar seis meses en terapia peor de lo que estaban», asegura la presidenta de la institución, Marta Ortiz, quien apunta que una persona es dada de alta después de dos años de tratamiento.

El adicto al juego ha sido retratado con profusión por la literatura y el cine. Desde El Jugador de Dostoievski hasta la película Volverás de Antonio Chavarrías -en la que Tristán Ulloa encarna a un joven dominado por el turbio mundo de las apuestas-, no faltan las referencias a personas presas de las tragaperras y de otras adicciones, como el alcoholismo.

En realidad, hay que distinguir entre jugadores sociales y patológicos. «El juego patológico se caracteriza por la falta de satisfacción que provoca en los usuarios, quienes no son conscientes de su dependencia hasta que ya es demasiado tarde, más placer que les proporciona el evadirse de sus problemas cotidianos», según apunta la presidenta de la entidad del Campo de Gibraltar, Marta Ortiz.

Para ayudar a estas personas nació la asociación, una entidad con vocación altruista que se nutre principalmente de voluntarios. Ellos organizan las terapias y relatan sus experiencias como ludópatas a los demás, lo que «les hace enfrentarse a su propio espejo al ver como un compañero refleja su historia».

Adicciones y perfil

La tarea de la rehabilitación es compleja porque la ludopatía suele estar rodeada de otras adicciones que agravan la situación, ya que muchos vienen con problemas de alcoholemia, drogas o un entorno familiar complicado, lo que facilita el abandono de la terapia.

Entre los grupos más proclives a caer están los hombres de 31 a 40 años, pero la responsable de la asociación también destaca el aumento de ingresos de jóvenes, que achaca a las «salas de juego y a la facilidad de entrar en los casinos y las máquinas de internet» y es que las cifras de la asociación son muy claras, el 50% de sus componentes son jóvenes con una media de 20 años.

Además, el incremento de mujeres ludópatas es otra realidad, pese a que todavía hay una clara desproporción con respecto a los hombres.

«Lo que sucede es que la mujer está peor vista que los hombre en este asunto, mientras la sociedad sigue viendo la ludopatía como un vicio y no como una enfermedad», subraya la presidenta de la asociación.