Llega el 'botellódromo'
Actualizado: GuardarLa vida contemporánea va mucho de tendencias, corrientes y seguimientos. Es una forma de esconderse entre la multitud para ocultar la carencia de ideas propias o la ausencia de un discurso elaborado y con propuestas concretas. Así, por ejemplo, en el espacio del llamado desarrollo urbanístico, las casitas adosadas, con su jardín de veintitantos metros cuadrados, viene causando furor en las últimas décadas, uniformando, por cierto, el crecimiento de los pueblos hasta hacerlos, en algunos casos, irreconocibles entre unos y otros.
Pues, ahora, la nueva tendencia de ayuntamientos lugareños y capitalinos -todos unidos contra el «centralismo» del poder autonómico-, el nuevo proyecto para ponerse medallas por parte de las corporaciones municipales, será, es, la construcción de botellódromos. La primera idea, salvo pruebas en contra, nació en la ciudad de Granada, aunque no sabemos si de la cabeza del actual regidor Torres, o de su antecesor.
En Sevilla ya se conoce el lugar elegido por los regidores municipales; un espacio entre Sevilla y Triana, un espacio ribereño y de escasas defensas ante el Guadalquivir colérico y que vio alejarse para siempre al rey árabe Al Mutamid. Y lo mismo se puede decir de Huelva, donde la llamada Mesa del Botellón ha decidido el lugar donde los jóvenes onubenses podrán beber, retozar y disfrutar de esta vida efímera: los aledaños del nuevo estadio Colombino, en la mismísima orilla de la ría.
Es decir, que si primero fue, o fueron, los polígonos industriales, y, después, las casitas adosadas, y, posteriormente, los parques del pueblo correspondiente, todo ello con dinero de la santa y paciente Unión Europea, ahora estamos, pues, en la gran tesitura de los botellódromos, la gran coartada para políticos de corta entendedera y confortable refugio para ilustres de la cosa pública planos y neoconservadores.
Pero no hay que desesperar. El futuro aún no está escrito, lo cual es un alivio. Amén, Jesús.