Pitillos
Actualizado: GuardarQuintero se ha fumado un pitillo en televisión. Los que conozcan de antiguo al personaje ya sabrán que el cigarro formaba parte de su habitual atrezzo. Hubo sus dimes y diretes cuando ahora, en plena ley seca de tabaco, aterrizaba el Loco de la Colina en la Pública. Quintero se había resignado a la nueva normativa hasta que, este martes, dedicó una glosa al pitill0. Bueno, vale: de puertas afuera, el gesto ha quedado como una jugosa provocación contra la última histeria que nos aflige. Los fumadores del mundo se lo agradecemos.
Por supuesto, después de la provocación vino la sumisión. Primero, entrevista a Cayetano Martínez de Irujo: sumisión al diezmo rosa del share. Después, entrevista a Alfredo Pérez Rubalcaba, sumisión al que manda, como es de ley. Este mismo fin de semana, en no sé qué tertulia rosa, el gremio de la víscera desencadenaba sobre la rizada cabeza de Quintero una avalancha de reproches: hipocresía del que va por la vida de trascendente y profundo y sin embargo, a la hora de la verdad, la del share, hoza en el mismo estercolero. El estercolero en cuestión era el lecho de Pepe Navarro. Ahora Quintero mejora el nivel del plato y, superándose a sí mismo, superando incluso al gremio rosa, planta los reales en la Grandeza: Cayetano, nada menos. Algunos programas de la Primera ya nos habían avanzado el acontecimiento, tratando de convertir en noticia la comparecencia. Como era difícil sacar titulares enjundiosos de las palabras del invitado, nos vendieron simplemente la entrevista en sí, que era la verdadera noticia. Pudo comprobarlo el espectador que tratara de seguir el hilo de la conversación de Cayetano.
Lo más relevante fue la doliente confesión del protagonista, el cual, según nos dijo, hubo de sufrir una infancia sin lujos por la desdichada circunstancia de habitar en un palacio. Al margen de estas cosas, que vistas desde fuera tienen una comicidad como de Woodehouse, hubo poco que rascar. Pero ya digo que el objetivo no era rascar nada, sino elevar share a fuerza de color rosa. Y, de paso, vengarse de los maledicentes paparazzi de la competencia. Misión cumplida. Después de esto, Quintero se fumaría un puro, por lo menos.