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Mejor Alemania que Cataluña

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Mejor Alemania que Cataluña, y no es ninguna boutade: quienes, en medio del violento fragor de la disputa suscitada por la OPA de Gas Natural sobre Endesa, defendimos la tesis de que, se mirara como se mirase, la proyectada concentración de las dos compañías tendría que afectar negativamente a la competencia, tenemos lógicamente que alegrarnos de que sea finalmente un tercero el que adquiera la primera eléctrica española. Así, no sólo se mantendrá el mismo número de operadores en España, sino que Endesa quedará bajo el paraguas protector de la segunda eléctrica europea, E.On. Esta compañía fue el resultado de un impulso político que pretendía crear un campeón alemán, a salvo de OPAs hostiles y con peso en los mercados internacionales.

Lo que ocurre es que quienes hicimos el esfuerzo de analizar por separado y al margen de sus connotaciones políticas la dimensión económica de la OPA estábamos en franca minoría. Ahora, cuando todos los actores que han intervenido en el asunto están a punto de incurrir en el ridículo más estrepitoso, es manifiesto que la colosal polémica que se formó no tuvo la menor relación con los intereses españoles ni mucho menos con los intereses de los consumidores. La célebre OPA, ahora frustrada, era, a los ojos de todos, un audaz intento de Cataluña por comprar un trozo de Castilla. Y, en segundo lugar, un desafío de La Caixa contra Caja Madrid.

Ante la OPA de La Caixa sobre Endesa, el ministro de Industria argumentó la conveniencia de crear un «campeón nacional», pero nadie le creyó. Pizarro, presidente de Endesa, se puso al frente de una inflamada campaña contra la OPA, que perseguía salvar al mismo tiempo la racionalidad económica y los intereses de sus accionistas... Tampoco se le creyó, y ahora se ve el gran fundamento de aquel escepticismo: Pizarro no considera hostil la OPA alemana y recomienda a sus accionistas vender por encima de 29 euros en metálico, que es sólo algo más de lo que ofrece E.On. Y la oposición conservadora no podía disimular ayer su profunda satisfacción.

La OPA alemana ha tenido ya, pues, la virtud de provocar un gran y general desenmascaramiento. La enemistad política entre ideologías rivales y la tensión entre las fuerzas nacionalistas y no nacionalistas han alcanzado en este país grados tan altos que comienzan a verse afectados asuntos de gravedad, en los que se juega el interés nacional. Ya se sabe que formamos parte de la Unión Europea; que no hay por tanto nada extraño en el hecho de que una gran eléctrica alemana compre a la primera eléctrica española... Pero habría que ver qué ocurriría si la primera eléctrica francesa tratase de comprar la primera eléctrica alemana o viceversa.

Es imposible concretar más las intuiciones y las sospechas sobre los verdaderos móviles de la OPA de Gas Natural sobre Endesa. Lo único cierto es que, en tanto aquí dentro se destripaban los unos a los otros, una compañía solvente de Centroeuropa estaba diseñando su estrategia económica para tomar el control del mapa energético español.

En una coyuntura en que la energía ha adquirido un papel estratégico extraordinario, España va a perder su soberanía sobre su mercado energético interior. Todo sucede en el seno de la Unión, pero resulta cuando menos chocante que aquí se mantengan tantos discursos huecos sobre la «soberanía» y que tengamos que asistir a la enajenación de la pieza más preciada de nuestro mercado eléctrico. La clase política española se ha cubierto de gloria.