Los premios
Actualizado: GuardarSomos muchos los que admiramos profundamente a Alfonso Eduardo Pérez Orozco, incansable batallador en los ámbitos de la música y el cine. Él fue uno de los pioneros en lo que se ha venido a llamar prensa especializada en flamenco y, en «sus tres vidas», como suele comentar, ha logrado importantes gestas como presentar programas de música en TVE o retransmitir para España la gala de los Oscar.
La última, la de reunir a un alto porcentaje del colectivo de críticos flamencos, que no es una tarea fácil en absoluto. Encima pone de su propio peculio y su tiempo para lograr que los premios vayan hacia delante, como así ha venido sucediendo.
No obstante, las empresas colectivas en este país no tardan en ir cogiendo caminos diversos del original. Y si no fuera por el cariño, la admiración y el respeto hacia el promotor, quizás no escribiera estas líneas. Los premios de la crítica no son tales, puesto que no hay organismo legal o academia que respalde a los miembros del jurado.
Pero Alfonso ha logrado tal respaldo de los compañeros que han venido considerándose «como si fueran...». Y ya se sabe cuando una cosa empieza a adquirir dimensión empieza a husmearse, sobre todo si hay unas enormes posibilidades de publicidad y el género es un filón económico del que todos quieren sacar tajada sin importarle un ápice el trasfondo cultural. Lo que se inició como un consenso a través del correo electrónico para votar lo mejor del flamenco para una revista, con un alto sentido de independencia y libertad, hoy comienza a plantear algunos peros.
Y la cosa puede ser seria cuando se trata de colocar nombres y apellidos debajo de unos premios. No pongo en duda la honestidad de sus directores, pero no ha sentado nada bien en el núcleo de los críticos que el trabajo de José María Velázquez Gaztelu para que el Rito y Geografía saliera en DVD (al que casi todos votaron) no haya salido ganador por no sé qué criterio de selección añadido y se le dé a un DVD que ni siquiera ha salido al mercado.
Igualmente, comienza a vislumbrarse que hay premios que pueden ser canjeados por ciertas voluntades institucionales y subvenciones. Y ese puede ser el principio del fin, aún cuando el verdadero motivo haya sido buscar el dinero para reunir a un grupo de compañeros. Por ahí no deben ir los tiros para no generar ningún tipo de desconfianza en lo que nació y debe ser un consenso plural, sobre todo abierto e independiente. El buen amigo avisa... el malo se calla.