La avalancha de Hamas
Actualizado: GuardarLos resultados definitivos de las elecciones legislativas palestinas celebradas este pasado miércoles han dejado a la comunidad internacional absolutamente perpleja por cuanto eran del todo inesperados. Que la organización -hasta la fecha- terrorista Hamas obtuviese un abultado resultado electoral era un hecho asumido por todos, ahora bien, que se hiciese con una mayoría sencillamente aplastante no entraba -o ni siquiera se quería barajar esa posibilidad- en los cálculos de nadie. Todo el mundo había juzgado la entrada de la organización islamista en el juego institucional como un paso importante y positivo, incluso Bush se manifestó favorable a ello en su momento, pero de ahí a enfrentarse a la posibilidad de que un grupo catalogado como terrorista pueda acceder al Gobierno palestino media un abismo que nadie había previsto tener que salvar. De hecho, y con un fair play encomiable, el presidente Bush mostró ayer su satisfacción por el impecable proceso electoral y se mostró incluso comprometido con la difusión de la democracia, que permite conocer los sentimientos de la gente; pero para inmediatamente declararse preocupado por la contundente victoria islamista y el posible mensaje de radicalización que subyace bajo la elección del pueblo palestino.
La situación es en estos momentos tan imprevisible que Bush se ha visto obligado a moverse en una premeditada ambigüedad: su Gobierno no aceptará trabajar en un proceso de paz en el que una de las partes, sencillamente, no acepta el derecho a existir del Estado de Israel, pero evitando igualmente comprometerse con el corte de la asistencia financiera a los palestinos que le piden desde Tel Aviv. Y en este sentido no se puede sino alabar la sensatez del presidente y de la UE al inclinarse por la moderación de su respuesta para evitar precipitaciones difíciles de corregir después. Prudencia que está ligada el hecho crucial de que el presidente Abbas seguirá al frente de la Autoridad Palestina y con poderes muy por encima de los del nuevo primer ministro. Ésa, y no otra, es la única realidad que en estos momentos ofrece ciertas garantías, porque aunque los islamistas hayan dado ciertas pruebas de destreza táctica a lo largo de la campaña electoral y hayan respetado la tregua, la reiteración ayer mismo de su negativa a abandonar las armas hasta que se «cumplan las aspiraciones del pueblo palestino» es un jarro de agua fría sobre las expectativas que se barajaban para reactivar el proceso de paz. Ahora, hacer ver a Hamas que tiene la inmensa responsabilidad para con su pueblo de abandonar la vía armada para defender sus intereses por medios políticos es la prioridad de la comunidad internacional.