Sociedad

El día de Leonor

La primogénita de los Príncipes de Asturias y futura heredera de la Corona de España fue bautizada ayer ante las más altas autoridades y con los Reyes como padrinos

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Con un pequeño sobresalto, pero sin rechistar, recibió Leonor de Todos los Santos el agua del río Jordán. La primogénita de los Príncipes de Asturias se mantuvo dormida durante la ceremonia de un bautizo que comenzó más tarde de lo previsto, a las 12.45 horas, y que fue oficiada por el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Va-rela.

Los Reyes apadrinaron a su séptima nieta, quien ocupa el segundo lugar en la línea de sucesión al trono, sólo precedida por su padre, Felipe de Borbón y Grecia.

«Leonor de Todos los Santos, yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». Con estas palabras, Rouco Varela cristianó a un imperturbable bebé que se resistía a abrir sus ojos azules y que en todo momento estuvo en brazos de su madre.

La misa tuvo lugar en la sala de audiencias del Palacio de la Zarzuela, un espacio de reducidas dimensiones donde se dieron cita cerca de 80 invitados, entre ellos los representantes las más altas instituciones del Estado. A la cabeza, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, acompañado de su esposa, Sonsoles Espinosa, cuya indumentaria -a medio camino entre Jacqueline Kennedy y una campesina holandesa- llamó poderosamente la atención.

El vestíbulo se decoró con rosas y alhelíes de color blanco y champán, regalo del Ayuntamiento de Valencia. Igual que en ocasiones anteriores, el bautizo se celebró ante la imagen de la Virgen que fue trasladada al vestíbulo del Palacio desde la pequeña ermita de La Zarzuela.

En el centro se dispuso la pila de Santo Domingo de Guzmán, una pieza del siglo XII guarnecida de plata que se reserva para el bautizo de príncipes e infantes. Alrededor de ella se situaron el arzobispo Rouco Varela, los príncipes de Asturias, siempre con la primogénita en brazos de la madre, los Reyes, las infantas Elena y Cristina, sus maridos y sus hijos.

Presentación a la Virgen

A la derecha del altar mayor, en el lado de la epístola, se ubicó la familia Ortiz Rocasolano. Enfrente del altar se pudo ver a los representantes de las más altas instituciones del Estado y al resto de invitados, entre los que se encontraban los padres y las hermanas de Letizia Ortiz y los familiares del Rey y de la Reina. Entre estos últimos, el hermano de la doña Sofía, Constantino de Grecia, sus esposa Ana María y sus hijos. También se hallaba el equipo de médicos y enfermeras que asistieron a la Princesa de Asturias durante el parto de la infanta, el pasado 31 de octubre en la clínica Ruber Internacional.

Con el pelo suelto, más rubia que en anteriores ocasiones y vestida con un traje-levita de lana cardada con cintas de seda, Letizia Ortiz estaba guapa y luminosa. Pendiente en todo momento de su hija, tuvo tiempo de hablar en inglés con una corresponsal extranjera -«She is perfect», le dijo refiriéndose a la pequeña- y de saludar y departir, junto con el Príncipe -saltándose ambos el protocolo- con los periodistas que se trasladaron hasta La Zarzuela.

La infanta Leonor lució el mismo traje de cristianar que llevaron su abuelo, su padre y sus tías, las infantas Elena y Cristina. En seda y encaje de Bruselas, fue confeccionado en 1936 por unas monjas en Roma.

Simplificar el nombre

A la infanta se le ha bautizado con el nombre de Leonor de Todos los Santos por deseo expreso de sus padres. Con ello se rompe una tradición de siglos. Su padre, por ejemplo, se llama Felipe Juan Pablo y Alfonso de Todos los Santos; muchos menos, en cualquier caso, que Fernando VII, el Borbón que más nombres tuvo: nada menos que 23. Tranquilo, con la voz serena, el Príncipe efectuó la lectura del profeta Ezequiel. En un momento de la liturgia, Rouco Varela, asistido por el arzobispo castrense, Francisco Pérez González, entregó a los Reyes y a los Príncipes de Asturias sendas velas encendidas como símbolo de la luz de Cristo, una luz que debe «iluminar» la vida de una infanta que está llamada a ser reina. Al final del oficio religioso, los Príncipes hicieron el ofrecimiento de su hija a la Virgen de la capilla del palacio.

Aunque se destinó un banco a los nietos mayores de los Reyes -ya que la pequeña Irene Urdangarín permaneció en brazos de su madre, doña Cristina-, los niños no quisieron perderse el momento en el que arzobispo vertió el agua del Jordán sobre la cabeza de Leonor, y se aproximaron hasta la histórica pila de Santo Domingo. Solo el primogénito de los duques de Lugo, Felipe de Marichalar, famoso precisamente por sus travesuras, prefirió quedarse esta vez en su sitio.

Al igual que en los bautizos de los restantes nietos de los Reyes, el coro de las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús -del madrileño pueblo de Galapagar- interpretó varias piezas musicales. El Rey había sido padrino del primogénito de los duques de Lugo, Felipe Juan Froilán, pero nunca lo fue junto a la Reina. Se habían reservado para esta ocasión.

El besamanos

Antes de la ceremonia religiosa tuvo lugar la sesión fotográfica y el besamanos con los invitados. Los Reyes y los Príncipes de Asturias saludaron, entre otros, al presidente del Gobierno, a los presidentes del Congreso y del Senado, a la del Tribunal Constitucional, al del Consejo General del Poder Judicial y al ministro de Justicia, en su condición de Notario Mayor del Reino.

Al concluir este acto protocolario, la Reina se dirigió a los informadores para precisarles que la niña no era llorona, como comentó a las pocas horas de su nacimiento. «Todo lo que dije queda derogado», rectificó divertida.

Muy pendiente de cada uno de los detalles, la Reina besó a su nieta y le colocó varias veces el faldón. El Príncipe tuvo miradas tiernas hacia su primogénita, a quien, en un determinado momento, le pasó la mano por su cabecita. Refiriéndose a su esposa, que no se desprendió ni un solo momento del bebé, bromeó: «Está haciendo pesas». Letizia Ortiz charló distendidamente con Rodríguez Zapatero y su esposa.

Todos coincidieron en que Leonor es un bebé «muy tranquilo». A la curiosidad de si viajarían pronto a Covadonga, Letizia Ortiz confirmó que irían, pero «no sabemos cuándo».

Don Felipe protagonizó una anécdota que hizo sonreír a todos. Creyó entender que un informador le preguntaba para cuándo el segundo hijo, y muy resuelto contestó que, «naturalmente», se pondrán a ello.