«Cádiz es el lugar donde debería residir la pintura de Costus»
Propietaria de la mítica Galería Sen de Madrid, Eugenia Niño reflexiona en su visita a Cádiz sobre la obra del dúo formado por Enrique Naya y Juan Carrero La pareja dejó una producción que suscita el interés de público y crítica
Actualizado: GuardarEugenia Niño conserva la mirada despierta y una risa contagiosa que hace sentir cómodo a cualquiera. Es natural y cercana, alegre y imbuída de cierta frescura juvenil. Muy lejos del divismo del mundo donde se mueve como una sacerdotisa de corte familiar, huye de las protocolarias frases evasivas para llamar las cosas por su nombre, reivindicando siempre ese arte con mayúsculas al que ha dedicado toda su vida. Propietaria de la prestigiosa Galería Sen de Madrid y mecenas de algunos de los nombres más importantes del panorama artístico español de los últimos treinta y cinco años, pasea por Cádiz como si estuviera en casa. En aquella Caracas de su infancia que los muros de esta ciudad evocan con trucos de prestidigitador. Acompaña a Antonio Belmonte en la presentación de La forma desvaída, desde ayer y hasta el 10 de febrero en la Sala Rivadavia pero su paso por la ciudad no puede menos que evocar un nombre íntimamente ligado a ella, el de Costus. El dúo pictórico formado por Enrique Naya (1955-1989) y Juan Carrero (1953-1989) que revolucionó la estética española de los ochenta y cuya obra se atesora en los almacenes de la mítica galería madrileña.
«Costus va a pasar a la historia no sólo porque fuesen los pintores de la movida sino porque fueron los cronistas de toda una época», sentencia con firmeza. «Marcaron la pintura española con una impronta muy lejos de la ortodoxia reinante. Salieron de su isla para cambiar lo que había a su alrededor», afirma.
«En Sen pudimos comprobar cómo siguen contando con la admiración del público y la crítica cuando hace dos años volvimos a exponer la serie de El Valle de los Caídos. Lo vemos cada día cuando nos llegan investigadores y jóvenes profundamente fascinados por su obra, cuando tenemos que sacar los enormes cuadros sobre tabla para que estudien su técnica», asegura.
La movida
En su mayoría guardada en Sen, la producción del genial duo ha suscitado la atención de numerosos especialistas de Europa y Latinoamerica tanto desde el punto de vista documental como académico. «A veces pienso que el hecho de que se les haya encasillado en la movida madrileña tiene que ver con el hecho de que sus cuadros no ocupen todavía un museo», reconoce. «Ahora todo el mundo se empeña en demostrar que aquel fenómeno no existió. Una verdadera tontería. Es cierto que fueron pocos, un reducido grupo de amigos pero es absurdo negarlo porque todos ellos han continuado trabajando en el mundo del arte y del espectáculo. Por eso pienso a veces que es perjudicial relacionarlos siempre con la movida... Lo que ocurre es que es imposible no hacerlo, porque fueron el alma de ella», añade.
«En aquella España de principios de los ochenta todo estaba muy gris. Se seguía haciendo una pintura muy española y costumbrista y los nuevos soportes como la fotografía y el vídeo empezaban a despuntar», recuerda. «De repente, llegaron ellos con un concepto tan sencillo como el de la tela, el pincelito y el trabajo duro. Haciendo unas imágenes que no tenían nada que ver con lo que había, reinterpretando la iconografía de la época, desde la muñeca de Marín al Valle de los Caídos, con una ironía y un respeto impresionantes», asegura remitiéndose a retratos como Doña Carmen saludando o los de Sara Montiel y Lola Flores.
Un espacio para Costus
«Para mí fueron muy especiales. Me abrieron los ojos ante toda aquella época», rememora emocionada. «Era un tiempo muy cerrado, había que vestir pantalones para dirigir una galería en España... Los conocí coincidiendo con la elaboración de El Valle. Todavía recuerdo a Juan bromeando con el peso de los cuadros 'Anda... que los carguen en los museos', decía. Juan era simpático y bello, un verdadero ángel. De Enrique me sorprendió su vastísima cultura, su fuerza. Él y yo nos hicimos grandes amigos», recuerda.
Sin temor al exceso, Eugenia Niño no vacila en sostener que la obra de Costus bien valdría un espacio exclusivo hecho a la medida de sus magnánimos cuadros: «No es sólo porque la obra en sí lo merezca, sino porque el lugar que albergue la colección suscitará el interés de especialistas y público. Es algo que se ha demostrado con el éxito de todas las exposiciones que hemos organizado en torno a ellos». La última, después de la del Palacio de Linares en 2004, una retrospectiva que la galería prepara en torno al arte de la movida para los próximos meses.
Coincidiendo con la voluntad de la familia y con la absoluta seguridad de que «es en Cádiz donde debería radicarse la obra de la pareja», Niño reconoce que «siempre ha habido un cierto interés por parte de las instituciones gaditanas para que esto fuera posible» aunque «nunca se ha llegado a concretar nada».
«La muerte de ambos sobrevino en una época muy extraña, de gran incomunicación política entre instituciones, era muy difícil ponerse de acuerdo. Además no había dinero para atajar un proyecto así», explica antes de asegurar que a pesar del paso del tiempo, nunca ha estado preocupada porque esos cuadros tarden en ocupar el sitio que merecen.
«En el mundo del arte la buena pintura siempre flota», asevera, «y la de Costus es genial e irrepetible. Sé que sólo es cuestión de tiempo el que ocupe un papel privilegiado en un espacio de acuerdo con sus características. No sé si yo llegaré a verlo pero sé que ocurrirá. Esa certeza es la que ha permitido que la obra permaneciera unida. Que no se dispersara y se vendiera por separado»
«Tanto las familias como la galería hemos sacrificado mucho para que los cuadros no se separen. Series como El Valle cobran sentido si se disfrutan juntas y nos parece necesario que así se conserven», afirma antes de abrir mucho los ojos para decir: «Y por supuesto, que éste es el sitio donde deberían estar. Cádiz fue la esencia última de su pintura...»