Blázquez
Actualizado: GuardarIÑAKI Gabilondo ha adornado su informativo de Cuatro con una pieza muy importante: una larga entrevista a monseñor Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal. La cita era relevante por la condición del entrevistado y porque era la primera gran comparecencia televisiva del obispo. En este sentido, no habrá dejado de extrañar que el estreno se haya producido en una cadena hostil; tal vez monseñor ha pensado en términos de misión o quizá es que nadie más le ha invitado.
La conversación estuvo muy bien. Quizás alguien esperara un cruce más ruidoso. El propio Gabilondo lo intentó varias veces. Y Blázquez comenzó dando una impresión como de blandura, de fragilidad; también de cierto nerviosismo, hasta el punto de anunciar la próxima visita de Juan Pablo II. Pero aquella blandura terminó siendo letal para el entrevistador. A fin de cuentas, el mejor muro para detener a un ariete no es de hormigón, sino de goma espuma, porque aquí el ariete se hunde.
Blázquez se convirtió en muro de gomaespuma mediante la táctica de llevar las disyuntivas planteadas por el entrevistador hacia el terreno de los principios. Roma tiene más años que Cuatro, también más que Gabilondo, y eso se nota en estos trances. Al cabo de pocos minutos, se iba viendo que Gabilondo corría en pos del obispo y que éste, en vez de fintar, optaba por hacerse casi incorpóreo, de manera que los golpes del entrevistador se perdían en el vacío.
Hay que suponer que los seguidores de Gabilondo estarán contentos con su trabajo: el periodista planteó al obispo exactamente el tipo de cuestiones que ese sector de opinión plantea y que nunca van a hallar una respuesta satisfactoria, porque no son preguntas, sino reproches. Pero los partidarios de Blázquez también habrán quedado satisfechos, porque el obispo, con una especie de mansedumbre de plomo, se mantuvo en el terreno en el que quería mantenerse. Lo que nadie negará es que la entrevista ha tenido un gran valor informativo. Y Gabilondo ha ganado un punto importante.