«La mitad de los trastornos hunde sus raíces en la infancia»
Actualizado: Guardar«Los lunes me vienen reventados a la consulta. Para ellos, la satisfacción es directamente proporcional al sinnúmero de cosas que han hecho durante el fin de semana. Lo importante es la cantidad y, claro, que los haya visto mucha gente. Son muy conscientes de la importancia de los aspectos externos del comportamiento», reflexiona la especialista en psiquiatría infantil María Jesús Mardomingo.
La importancia del éxito, «tan arraigada en esta época», y los logros materiales ha calado en los chiquillos hasta el punto, advierte la doctora, de limitar su sensibilidad: «Se les da a entender que lo fundamental es la apariencia, tener muchísimas cosas y, sobre todo, que te vean con ellas; por eso, lo que no se ve no tiene valor para ellos, no aprecian las cualidades internas. Generosidad, compasión, inteligencia... son realidades que no se pueden exhibir como las zapatillas o los vaqueros de marca».
Esta escala de valores no contribuye precisamente a reforzar su confianza en sí mismos -«les hace muy dependientes de la opinión ajena», apunta Mardomingo- y puede acabar propiciando crisis de ansiedad, «ese anhelo desmesurado y difuso que hace sufrir inmensamente».
Los deseos dejan entonces de volar hacia una meta concreta, para dar vueltas dentro de la cabeza como un enjambre ensordecedor. Ese dolor psicológico es paralizante, aunque «con el debido tratamiento o fuerza de voluntad sea posible superarlo, incluso para siempre, sin recaídas».
Sin embargo, no hay que perder de vista que muchas veces ataca de nuevo en la madurez: «El 50% de los trastornos psiquiátricos, como la ansiedad y la depresión, hunde sus raíces en la infancia».