Unos reyes para cada niño
Los padres siempre deben estar atentos ante actitudes de timidez, aislamiento y violencia en el juego y han de aprender a elegir juguetes adecuados a las necesidades del chaval
Actualizado: GuardarEn estas fechas en que los pequeños se convierten en los reyes de la casa hemos de recordar que el juego siempre debe estar adaptado a las características del niño. Ya desde los primeros meses de vida el aspecto lúdico y relacional se reviste de gran importancia.
Los bebés necesitan estímulos para su desarrollo porque el contacto con el mundo exterior se produce a través del tacto, con la mano y también con la boca y el oído. Son especialmente útiles aquellos juguetes con textura especial, como los peluches, o que se pueden chupar o emiten melodías, sobre todo cuando son capaces de interactuar con el bebé.
A continuación comienza a desarrollarse la vista. Empiezan a atraer los juguetes que emiten también estímulos visuales, como luces, o que presentan colores llamativos. Inicialmente el bebé sólo puede acceder a su entorno más cercano, pero a lo largo de los siguientes meses adquirirá la capacidad para arrastrarse, gatear y finalmente andar. Los juguetes que estimulan esa capacidad son los más atractivos para los pequeños.
Hacia los dos años los niños comienzan a desarrollar la capacidad manipulativa gruesa, así como la coordinación ojo-mano. Nace así el interés por los juegos de construcción, los puzzles sencillos y los juguetes que desarrollan acciones simples bajo control, como cochecitos o robots.
A partir de los cuatro o cinco años aparecen los juegos de rol, en los que se imitan determinados personajes o estereotipos sociales. Empieza a ser la edad de los disfraces, juegos de profesiones, marionetas e instrumentos musicales. La habilidad manipulativa se hace más fina y ganan en complejidad los juegos de construcción, plastilina o papel, que siempre sirven para desarrollar la fantasía, especialmente cuando se comienza a ser capaz de desarrollar historias.
A esta edad es cuando se pueden empezar a emplear juguetes que estimulan la memoria - contarjetas, bits- y la lógica.
Complejidad creciente
A partir de los siete años cobran importancia los juegos sociales en los que hay que aprender reglas, como los juegos de mesa. Son juegos de rol pero con una mayor complejidad, especialmente entre las niñas, que desarrollan de forma más rápida esas capacidades sociales entre grupos de amigas y compañeras.
A partir de los diez años adquieren importancia los juegos de estrategia, los científicos y manipulativos y de modelismo, así como otra actividades como la lectura o la música. En los primeros años, al participar en el juego los padres facilitan el desarrollo psicomotor del niño, pasandole pelotas, ocultando objetos, etc. Pero a medida que se desarrolla, los padres pueden intervenir en el juego como un personaje más, especialmente en los juegos de rol y de mesa.
De esta forma se le enseñan las primeras reglas básicas de comportamiento social.
Analizarles a fondo
Al observar su forma de jugar se pueden detectar defectos o carencias en el desarrollo del niño.
Hay que estar alerta si se advierte alguna torpeza especial a la hora de desarrollar el juego, o si no asume sus funciones, por excesiva timidez, aislamiento o violencia. Con el paso de los años es importante ver si hay problemas con los juegos cada vez más complejos, manipulativos o de rol, así como en la forma de comportarse a través de estas actividades.
Estimularemos actitudes positivas en el carácter del niño si le enseñamos a dejar los juguetes ordenados, a cuidarlos y a saber verlos como un medio y no como un fin en sí mismos. También a tener paciencia y saber superar el fracaso de la derrota, así como respetar al contrario y a conducirse dentro de las reglas.
Elegir el juguete adecuado requiere imaginación y conocimiento del niño al que va dirigido. El coste económico no va unido necesariamente a una mayor satisfacción. Un anuncio puede impresionar a un niño de tal forma que llega a producir hacia el juguete un enamoramiento que, como tal, se convierte -más que otra cosa- en una simple atracción fugaz y espontánea.
De igual forma, los personajes que están de moda o pertenecen a la ficción y sobre los que los chavales se apoyan, son testimonios que transmiten valores no siempre aceptables y adecuados.