«No cerrar los ojos al mundo es esencial para vivir mucho»
El escritor se enfrenta al año de su centenario con sentido del humor y la convicción de que, si ha vivido tanto, se lo debe a su inquietud intelectual
Actualizado: GuardarEl escritor Francisco Ayala se enfrenta al año de su centenario con sentido del humor, con «agradecimiento» y convencido de que, si ha vivido tanto tiempo, se lo debe en parte a los genes pero también a la inagotable curiosidad intelectual que ha tenido siempre: «No cerrar los ojos al mundo es esencial para vivir mucho». «Veo que hay gente que, muy pronto, en el curso de su vida, ya no está interesada por lo que pasa alrededor, pero si uno consigue no ser un testigo del pasado, sino estar viviendo en un presente continuamente actualizado, entonces puede vivir más», afirma el escritor.
Ayala habla de sus inminentes cien años (el 16 de marzo los cumple), rememora momentos del pasado y critica a los políticos actuales porque con sus «posiciones extremas», «insultos» y «descalificaciones» pueden poner en peligro la estabilidad del país.
En su casa de Madrid, y seguido con atención por su mujer, la hispanista Carolyn Richmond, asegura que asiste a la preparación de las múltiples actividades que en 2006 recordarán su trayectoria con mentalidad de «espectador», «como si fuera un espectáculo ajeno», porque es así como ve su vida desde hace unos años.
«Yo veo mi vida como el que no tiene un porvenir e ignora lo que va a pasar mañana», señala el escritor, quien reconoce que teme «inclusive no alcanzar el centenario, porque nunca se sabe, no sólo a mi edad sino a cualquiera, en qué momento termina la vida».
Lúcido
Pero su lucidez mental, la energía que muestra al hablar y el brillo de su mirada hacen suponer que le van a sobrar fuerzas para asistir a algunas de las actividades programadas, como un congreso en Granada sobre Las ciudades de Ayala, un concierto en el que se hará un recorrido por las canciones que caracterizaron la vida del escritor, un documental y una gran exposición.
El escritor participa con interés en los preparativos del centenario; se siente «muy agradecido» por todo lo que se va a hacer y asegura que el comisario de los actos, Luis García Montero, «es extraordinario, porque es un gran poeta y, sin embargo, no da la sensación romántica del poeta desprevenido, olvidadizo, holgazán. Es un hombre de una eficacia enorme, y está haciendo bien las cosas».
Pretender que este narrador, crítico, ensayista, profesor y traductor, testigo de un siglo tan convulso como el XX, rememore las etapas de su vida sería, como él mismo dice, «infinito, sería la conversación interminable», pero sí se presta a mirar hacia el pasado y a afirmar que ve su vida «azarosamente, porque ha sido todo puro azar».
«Comparada con la de otros países europeos, la historia de España ha sido tremenda, porque lo que pasó con la Guerra Civil y, sobre todo, con la dictadura que hubo después durante más de 30 años, eso no ha pasado en ningún país análogo a España», añade Ayala, autor de más de cincuenta libros, entre ellos algunos tan importantes como Los usurpadores, La cabeza del cordero, Historia de macacos, Muertes de perro o El jardín de las delicias.
El estallido de la Guerra le sorprendió de viaje por Latinoamérica, pero decidió «volver a España por un sentimiento de deber. Yo siempre en mi vida he procedido a base de pensar qué es lo que debo hacer; es un sentido ético innato, no meditado», asegura el escritor, quien durante el conflicto fue nombrado secretario-consejero de la Embajada española en Praga.
Después de la guerra
Y tras la guerra, en la que mataron a su padre y a su hermano Rafael, vino el largo exilio y sus años en Argentina, Puerto Rico y Estados Unidos. Una época de la que guarda buen sabor porque, en cierto modo, «fue un privilegio» para los intelectuales españoles.
«Hasta desde el punto de vista más material, la diferencia era enorme, porque mientras que en España la gente estaba literalmente muriéndose de hambre», en América la situación social de los países a los que llegaron los exiliados les permitió desarrollar su labor intelectual.
A Ayala le fue «muy bien» en esos países. Dio clases, publicó numerosos libros, colaboró en los mejores periódicos y fundó revistas como Realidad, en Argentina, o La Torre, en Puerto Rico. En Estados Unidos ejerció la docencia en algunas de las mejores universidades.
En 1960 vuelve a España por primera vez, de forma silenciosa, «para ver y no para ser visto», como ha dicho en alguna ocasión, y en 1980 se instaló definitivamente en Madrid. Vivió los años de la Transición y presenció «aquellos cambios con alegría, con esperanza para el país», aunque, ahora, algunos políticos parecen «empeñados en estropear» lo conseguido.
Ayala no elude hablar de la actualidad y critica a los políticos españoles porque «están tomando iniciativas que a lo mejor no son las que le convienen al país»y porque defienden «posiciones extremas que no corresponden a la realidad profunda» y adoptan «decisiones absurdas, destructivas, por el gusto de pelear y descalificar a los otros».
El debate sobre el Estatuto catalán planea sobre sus palabras, aunque ése es solo un ejemplo, «pero no el único», afirma el escritor, quien, con voz enérgica, reconoce que sí ve «un cierto peligro de desestabilización» en la actual situación, que puede llegar a ser «bastante peligrosa».