Ignacio Moreno Bustamante - ARTÍCULO
Triste 1 de mayo
Nunca como ahora fueron más necesarios los sindicatos
Nunca como ahora fueron más necesarios los sindicatos. Nunca, desde que España vive en democracia, los trabajadores han visto tan mermados sus derechos tras años de profunda crisis económica. Una crisis cuya principal consecuencia ha sido el drama de millones de personas que se han visto abocadas a inscribirse en las listas del paro. Y que para los que sí han seguido formando parte del mercado de trabajo, ha supuesto una evidente merma en sus condiciones laborales. Y nunca, jamás, tanto unos como otros –parados y activos– se sintieron tan defraudados por aquellos a los que se les encomienda la defensa de sus derechos. Afiliarse a un sindicato hoy día es más un acto de fe que una solución. Los casos de corrupción que nos azotan cada mañana son una desgracia cuando los protagonistas son políticos. Pero cuando se trata de sindicalistas, la desazón es aún mayor. Y los ha habido. Tantos, que sólo en la provincia, más de 8.000 trabajadores han dicho basta. Directamente les han dado la espalda. No creen en ellos. No se sienten representados por un gremio que además, en cuanto ha tenido la oportunidad, ha aplicado a sus propios trabajadores la reforma laboral contra la que han llegado a convocar huelgas generales. En el caso de UGT en Cádiz, incluso el mismo día en que se aplicaba un ERE, su máximo dirigente andaluz se fundía la VisaOro en Sudáfrica, ¿recuerdan? Hoy, 1 de mayo, lo que antes era una fiesta del trabajador, más bien parecerá un funeral. Porque quienes la organizan no tienen ningún respaldo. Este desapego hacia un mundo sindical que tampoco ha sabido regenerarse ha supuesto sin embargo otro fenómeno que, de mantenerse, a medio plazo puede suponer un problema aún mayor: ha dado aún más alas al populismo. Si no era suficiente motivo de cabreo el latrocinio al que han sometido a España un buen número de miembros de PP y PSOE, la desvergüenza de no pocos responsables de diversos sindicatos creó un caldo de cultivo del que Podemos supo aprovecharse a las mil maravillas. Los pupilos de Pablo Iglesias se apoderaron vilmente del sano espíritu del 15M y lo pervirtieron amoldándolo a sus intereses personales y políticos. Se presentaron como los salvadores de la clase trabajadora, de los indignados. Y la jugada les salió tan bien, que hoy son una más que clara alternativa a quedarse con el espectro de votantes de la izquierda española.
Está por ver que sus políticas de mentiras y falsas promesas sea efectiva. O en realidad no, porque ya se ha demostrado a lo largo de la historia europea y mundial. Pero mientras tanto ahí siguen. Postulándose como salvapatrias, como defensores de la moral verdadera. Aprovechando que populares y socialistas se desangran por la corrupción. Y que los sindicalistas, que debieran ser los ángeles de la guarda de los ‘curritos’ se dedican a asar vacas con montañas de dinero negro.