Yolanda Vallejo - Opinión

Hacemos lo que podemos

Si yo fuera Neruda, reescribiría el verso y se lo dedicaría al ciudadano Rajoy, ese hombre que tiene «la costumbre de responder siempre»

LA VOZ

Si yo fuera Neruda, reescribiría el verso y se lo dedicaría al ciudadano Rajoy, ese hombre que tiene «la costumbre de responder siempre». Si yo fuera Neruda , le diría algo así como «me gustas cuando hablas, porque estás como ausente»; como ausente, como ido.

Sus palabras, resumidas por la prensa en ‘las mejores frases de Rajoy en la declaración del caso Gürtel’, constituyen un auténtico manual de retórica para políticos actuales.

Hablar sin decir nada, a la gallega, no a la riojana -que eso es cosa de calamares- es lo que hizo el presidente-ciudadano ante el fiscal y ante el asombro de todos los españoles, que de manera incomprensible seguimos asombrándonos.

Porque de los creadores del «no me acuerdo» y del «no sé nada» llegan ahora los «nunca» y los «jamás» en los que se movió Rajoy, como un nuevo Peter Pan, un niño perdido en un mundo paralelo construido a su imagen y semejanza, donde el tiempo y el espacio no son límites, sino ensanches por donde dejar volar la imaginación

El hombre que recibe «miles de cartas al día» y las contesta todas, no tenía tiempo de más. Ni de ver lo que ocurría en su partido, ni de echar cuentas, ni siquiera de consultar a sus asesores. Es lo que tiene el poder, que corrompe -dicen- hasta extremos de descomposición. O será que todos se aprendieron la frase de Aristóteles -o de Freud, quién sabe- e interiorizaron lo de esclavo de sus palabras y dueños de sus silencios. Ya le digo, si yo fuera Neruda, reescribiría el verso.

También para dedicárselo a nuestro alcalde, que seguro que le gusta, y a la mayor parte de los miembros de la Corporación municipal que el pasado viernes demostraron, una vez más, que siempre pierden las mejores oportunidades para callarse. Y lo peor, es que se dan cuenta perfectamente. Que David Navarro no es Neymar, ni el alcalde es Piqué -«es mejor, es mejor», decía María Romay como si fuera una encantadora grupie quinceañera-, ni José Blas Fernández es el Castelar del Ayuntamiento, es algo que todos sabemos, no hace falta que el portavoz de Ciudadanos -él y Juan Cantero son mis favoritos, lo siento- se recree en los ciento cuarenta desafortunados caracteres con los que el alcalde dejó muy claro que el concejal de Hacienda no se va. ¡Claro, cómo se va a ir!, si después de visto, solo les queda decir como a la chirigota del Selu «ahora es cuando se está bien aquí».

Y es que los plenos municipales se han convertido en una justificación -burda, pero justificación- de lo que muchísimo que trabajan nuestros concejales por Cádiz. Muchísimo.

Tanto que lo que no hicieron en veinte años, lo quieren hacer en dos días. Y no. No me refiero solo al Partido Popular -la diadema de una de sus concejalas en el último pleno aún me tiene impresionada-, que parece que estuvo gobernando en otra ciudad distinta, durante dos décadas, sino a la entonces oposición que tampoco parece que estuvieran aquí -estaban tan ausentes-.

Porque lo que no es muy normal es que se pierda el tiempo y la paciencia en debates absurdos sobre el cumplimiento de la normativa existente, o sobre los tuits del alcalde, o sobre las «injustas e ilegales condenas impuestas a los presos políticos saharauis de Gdeim Izik», y se retiren del orden del día asuntos que son de verdadero interés para la ciudadanía, como la necesaria ordenanza de las terrazas de los bares, que se están comiendo literalmente las calles del centro. Y así nos va.

«Hacemos lo que podemos», dijo el ciudadano Rajoy «que significa exactamente lo que significa, que hacemos lo que podemos». Pues eso. Como declaración de intenciones no está nada mal, sobre todo, si le aplicamos la cosa de los silogismos filosóficos y analizamos las dos premisas. Si hacéis lo que podéis, y lo único que podéis -sabéis- es lo que estáis haciendo, pues blanco y en botella.

Porque a mí no me sirve ya la excusa de que nadie quiere comprar el hotel del Estadio -lo entiendo perfectamente, mire usted-, ni la oferta que el alcalde le hace a la Zona Franca.

Más de dos años con los presupuestos prorrogados me parece un poco tomadura de pelo. Y eso que el concejal de Hacienda lleva toda la razón, él no está para vender inmuebles, y mucho menos inmuebles que vienen por herencia.

Porque, al final, resulta que aquí todos han hecho lo que han podido. Durante mucho tiempo. Y también resulta que el cuento de la Lechera era la lectura de cabecera de más de un concejal.

Y ahora que el cántaro está roto, de tanto ir a la fuente -no me haga chistes con el apellido del concejal que nos invita a beber agua de grifo-, ahora es cuando vienen las lamentaciones. Y cuando todo el mundo se pone muy nervioso, y habla más de la cuenta.

Menos mal que el del viernes era el último pleno hasta después del verano. Lo mejor es que, para bien o para mal, en agosto dará igual que hablen o que callen, que hagan lo que puedan o lo que quieran, porque estarán como ausentes.

Eso que ganamos todos.

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