Adolfo Vigo - Artículo
Gracias, Don Antonio
Se despidió como lo hacen los grandes, con una letra que no dejó indiferente a nadie
El lunes se nos despedía en las tablas del Gran Teatro Falla el coplero más reconocido que en la actualidad pisaba el teatro de los ladrillos colorados. El niño de San Vicente, como le llaman alguno, el discípulo de Paco Alba , como lo señalan aquellos que ven en él al digno sucesor del creador de las comparsas.
Don Antonio Martín García se despidió como lo hacen los grandes, con una letra que a nadie dejó indiferente. Una petición al Carnaval, a su pasión, un deseo de tranquilidad y de poder disfrutar de su mujer y de sus hijos, aunque siempre dispuesto a regresar si ese veneno requiere su presencia. «Aparta de mí ese cáliz carnavalero –parece que estaba diciendo– ese grial de papelillos y serpentinas que cada febrero hace que entre en mi sangre el duende de las letras, pero en todo caso, siempre hágase en mí tu voluntad si tu deseo es que vuelva».
Se nos va el más grande autor de Carnaval que en la actualidad seguía acudiendo fielmente al Concurso. ¿Quién no ha tarareado alguna vez esa melodía de «rosa, ay! dime dónde estás rosita» que cantara ‘Capricho andaluz’? ¿Quién no recuerda comparsas como ‘A fuego vivo’, ‘La mar de coplas’ o ‘Encajebolillos’?
Toda una historia de coplero universal adorna su currículum. Ese mismo que no quiere manchar viendo cómo iba quedándose en el olvido de las nuevas generaciones a las que les suena raro el soniquete de las viejas comparsas. Jóvenes a los que les impacta más un tipo espectacular, una puesta en escena propia de musicales de Broadway o letras filosóficas propias de un examen de Selectividad.
Ahora nos rasgamos las vestiduras por la marcha de un poeta del Carnaval. Sin embargo, se marcha por eso mismo, porque el Carnaval ha dejado de ser poesía, de ser un canto de libertad, de dar voces a las injusticias de un pueblo, para convertirse en un negocio más, en una máquina sacaperras en el que lo que importa no es el Concurso, sino los contratos posteriores. Un concurso donde se cantan letras de cara a agradar a foráneos para posibles contratos veraniegos. Donde las tablas se han convertido en escenarios para que algunos reproduzcan sus ideas políticas como si de un mitin se tratara, intentado adoctrinar a los que escuchan. Un escenario para decir lo que está bien hecho en unas elecciones, o quién es más gaditano del otro porque el autor se autoproclama en repartidor de carnets de gaditanismo puro.
Una vez más, me da que el fanatismo carnavalero se ha cobrado una nueva víctima. Ya quedan muy pocos aficionados en este Concurso, personas que van a escuchar las coplas sin el prejuicio de quien escribe la letra o de dónde venga la agrupación. Ahora solo hay ‘hooligans’ del 3x4, vitoreadores profesionales de «campeones, campeones». Reventadores de actuaciones con sus proclamas vociferantes que realizan por el simple hecho de agrandar un ego consiguiendo su minuto de gloria en el gallinero.
Ahora todos lloramos la marcha de un poeta al que poco cuidamos en su día. Cuando aún están resonando sus ultimas letras en el interior del templo del Carnaval, nos rasgamos las vestiduras por el retiro, bien ganado, de un coplero. Ahora, como ocurre en tantas ocasiones se pedirá para él lo que tanto se le negó cuando pisaba las tablas del Falla, sus tablas.
¡Ay! Si Paco Alba levantara la cabeza y viera en lo que esto se ha convertido…