ABC
La seguridad de Rajoy frente a los insultos de Sánchez
Un debate que comenzó con corrección, acabó convertido en una bronca por la pérdida de papeles del candidato socialista, desesperado por su mala posición en las encuestas
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez protagonizaron anoche una ofensiva dialéctica más que un debate de hondura política. El candidato socialista optó por el insulto y la descalificación. Su estrategia se basó en arrebatar votos mediante el descrédito al adversario, en lugar de ganarlos por lo convicente de sus propuestas. Insultó a Rajoy al decir del presidente que no es un político decente, algo que nadie ha sido capaz de sostener siquiera en plenas polémicas sobre Bárcenas y Rato. A lo sumo, a Rajoy se le han exigido responsabilidades políticas, pero ese ataque personal no tiene precedentes en la historia de los debates electorales y retrata a Sánchez como un candidato preso de sus urgencias ante la debacle que le auguran las encuestas para el próximo domingo, capaz de cualquier cosa con tal de arrancar votos a su izquierda. En ese momento se quebró la calma de un Rajoy que en la primera parte del cara a cara se había mostrado cómodo con su papel de candidato favorito, avalado por unas cifras macroeconómicas favorables, no perdió la compostura, ni abandonó el guión de un argumentario sin riesgos. Sánchez estuvo apremiante y desveló desde el principio el abanico conocido de ataques a Rajoy: recortes, corrupción, precariedad laboral, con un reproche inmediato, desde el principio, de mentir. Lógicamente, el presidente del Gobierno llevó el debate a la España de 2011 para contrastarla con los datos de su balance, convirtiendo el zapaterismo en una losa para el aspirante socialista.
Cada candidato se mostró como ha venido exhibiéndose. Sánchez, insistiendo en diagnósticos circulares sobre los mismos temas, pero silenciando ofertas como candidato a la presidencia de Gobierno. Por su parte, Rajoy siguió rocoso con los datos que confirman la recuperación económica, seguro con las cifras y firme en la defensa de su gestión, pero falto también de mensajes ilusionantes para un electorado al que debe recuperar. Hizo el intento de poner optimismo a su visión sobre España, lo que contrastaba con la situación catastrofista que describía el candidato del PSOE. Sánchez buscó hueco con promesas de más gasto público y abusó de menciones a Bankia y Rato, y de las críticas al rescate bancario, algo ininteligible para la mayoría de los ciudadanos.
Un debate que comenzó con corrección, acabó convertido en una bronca a ratos desagradable por la pérdida de papeles de Pedro Sánchez, quien ha marcado su campaña electoral con un juego sucio que, como le dijo Rajoy, le acompañará siempre.