Edurne Uriarte - Cosas mías

Los empecinados

Unas terceras elecciones serían más peligrosas para el liderazgo de Rivera que para el de Rajoy, para Ciudadanos que para el PP

Edurne Uriarte

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Al «Empecinado» de nuestra historia, a Juan Martín Díez, se le recuerda como héroe de la Guerra de la Independencia, pero estos dos empecinados, Pedro Sánchez y Albert Rivera, van camino de ser recordados por algo mucho menos glorioso, por ser los causantes de dos repeticiones electorales en España. Lo que parecía un disparate inimaginable ahora es posible. La obcecación política de Sánchez y de Rivera puede lograrlo. El primero, decidido como está a provocar el fracaso de la investidura de Rajoy e intentar un pacto a la desesperada con la extrema izquierda y los nacionalistas, lo dejó en evidencia en la rueda de prensa del jueves pasado; y el segundo, empeñado en el veto a Rajoy y en una abstención inútil.

El clima mediático-político de los últimos tiempos ha facilitado el empecinamiento. Intereses y pasiones de orígenes muy diferentes que confluyeron en el deseo de acabar con el liderazgo de Rajoy y el Gobierno del PP, que encumbraron a Albert Rivera, que extendieron la falsedad de una supuesta mayor corrupción en el PP que en el PSOE, que popularizaron la insólita teoría de que en las democracias parlamentarias el ganador de las elecciones no es quien más votos obtiene. Todo eso dio forma al clima de todos contra Rajoy en el que hasta ha sido posible la propuesta de un candidato «independiente» a la presidencia del Gobierno. Un clima tan jaleado desde múltiples ámbitos que sus principales defensores en la política, Pedro Sánchez y Albert Rivera, parecen no darse por enterados de que se han producido unas segundas elecciones y el líder objeto de su obcecación ha vuelto a ganar y les saca a ambos más distancia que en las elecciones anteriores.

Se entiende bien lo de Pedro Sánchez, no se entiende en absoluto lo de Albert Rivera. El disparatado empeño de Sánchez por bloquear la investidura de Rajoy y presentarse de nuevo a una investidura imposible con extremistas y nacionalistas es una cuestión de mera supervivencia personal. De quien sabe que perderá el liderazgo del PSOE cuando Rajoy sea investido y a quien su partido no es capaz de hacer virar porque nadie quiere asumir protagonismo alguno hasta que se abra la carrera por la Secretaría General. Ni su partido ni esa parte del liderazgo periodístico e intelectual de la izquierda consciente de los nefastos efectos de esta estrategia en el Partido Socialista. El empecinado se ha enrocado en la cúpula del partido y está dispuesto a todo.

Lo más sorprendente es que Albert Rivera se empeñe en seguir ese camino, cuando las circunstancias de su partido y de su liderazgo poco tienen que ver. Tampoco las elecciones de junio y las de diciembre. Entonces, podía entenderse su afán por liquidar a Rajoy, cuando las encuestas y el clima de los medios hasta lo veían como el líder que acabaría con la derecha tradicional. Pero el sueño quedó muy lejos de realizarse, mucho más lejos que el sorpasso de Podemos. Y, de vuelta a la realidad, como líder del cuarto partido y defensor, dice, de las actitudes constructivas y dialogantes, no hay manera de entender que siga jugando con el veto a Rajoy y que hasta presente al Rey la poco democrática idea de un candidato alternativo al que ganó las elecciones.

Unas terceras elecciones serían más peligrosas para el liderazgo de Rivera que para el de Rajoy, para C´s que para el PP. Y, sobre todo, un desastre para el país que el propio Albert Rivera puede evitar.

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