David Gistau

Armadas

Sin haber terminado el «Brexit», ya vuelve a haber quien habla como en el siglo XVII e invoca a Drake

David Gistau

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Sin estar completado el «Brexit» , en Inglaterra hay ya quien habla de guerra. Contra España, es decir, contra un enemigo histórico de los tiempos del rapé, sí, pero un socio estrecho de los de antes del abandono británico del régimen europeo del 45. Sin haber terminado el «Brexit», un «tory» relevante como lord Howard lanza bravatas decimonónicas, llenas de complejo de superioridad imperial y de frívola pasión deportiva por las victorias bélicas contra pueblos de habla hispana, y un diario como el «Telegraph» hace comparativas entre Armadas , comparaciones deportivas también como en la víspera de una final, para calcular cuánto tardaría Inglaterra en machacar a España. Pero qué chifladura es ésta.

No han terminado los ingleses de hacer el «Brexit» y ya se les aprecian síntomas regresivos de todo aquello que la UE fue inventada para superar después de dos conflictos mundiales y de millones de muertos: afán de guerra con un vecino, nacionalismo en armas, orgullo chiquito, síndrome de la atalaya desde la cual sólo es posible otear enemigos. Sin haber terminado el «Brexit», en Inglaterra ya vuelve a haber quien habla como en el siglo XVII e invoca a Drake y hace burlas admonitorias inspiradas en la Armada Invencible. Tengan paciencia los ingleses como lord Howard, que con sólo ganar Le Pen esta primavera sus elecciones ya tendrán en el lado continental del canal otro anacronismo nacionalista con el que volver a montar un Trafalgar o un Waterloo, una vez liberados los instintos predadores entre vecinos que en Europa no conocieron otra vacuna que el escarmiento de las generaciones perdidas y el Tratado de Roma. Menos mal que en Alemania no se vislumbra a nadie con posibilidades de ganar gracias a la promesa de restaurar la historia, las fronteras y los soberanismos anteriores a la UE: la nostalgia de las flotas corsarias y las casacas rojas de Wellington es peligrosa, pero las hay peores, las hay que incluyen chimeneas y señalan un colectivo étnico o religioso del cual hay que purgar el continente, siempre con el miedo como pretexto como cuando inventaban envenenamientos de aguas para lanzar los pogromos.

La frivolidad con la que soberanistas y reaccionarios contemporáneos festejan la decadencia de la UE puede llegar a entenderse en España, país excluido de las guerras mundiales del siglo XX, salvo que se considere la Guerra Civil como un preludio de la segunda. A España sólo le gustaba la UE porque el ingreso suponía la homologación con la que se cerraba la Transición, y además mejorarían las carreteras. Pero vuélvase, como siempre, al último discurso de Mitterrand en Estrasburgo para comprender qué significaba para un europeo que no tenía un solo eslabón genealógico que no hubiera guerreado contra un país convertido en amigo por la UE. Es entrar esta en decadencia y proceder los países europeos a compararse las Armadas. Parecéis idiotas.

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