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Incendios forestales: Sesenta años de lucha

En 1955 se crea el primer servicio específico de lucha contra los incendios forestales. Las brigadas profesionales y los medios aéreos garantizan su éxito

Incendios forestales: Sesenta años de lucha MAGRAMA

PILAR QUIJADA

Nuestro servicio de extinción de incendios forestales es de los mejores de Europa , si nos atenemos a las cifras de superficie quemada y a las condiciones peculiares de nuestros montes, destaca Ricardo Vélez Muñoz, ingeniero de Montes y ex jefe del Área de Defensa contra Incendios Forestales (Adcif). Un logro que parecía imposible a mediados del pasado siglo. El abandono progresivo del medio rural favorece la acumulación de gran cantidad de material, como leña y otros productos forestales inflamables , que ya no aprovechan los cada vez menos residentes y se convierten en combustible para las llamas. Para agravarlo, las condiciones climáticas de gran parte del territorio, con un verano seco y caluroso, y las orográficas en algunos casos, favorecen la propagación del incendio.

Una reflexión que hace Vélez Muñoz cuando se cumplen 60 años de la creación del Servicio Especial de Defensa de los Montes contra los Incendios , dentro de la dirección General de Montes, Caza y Pesca Fluvial. La semilla de los actuales servicios. Para hacer balance de las seis décadas de lucha contra el fuego, el Colegio de Ingenieros de Montes, en colaboración con el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente , celebró en abril una jornada para repasar la contribución de los ingenieros de montes.

El fuego sólo preocupaba si amenazaba a las personas o sus viviendas

Este importante paso, que creaba el primer servicio dedicado específicamente a la defensa contra incendios forestales, tuvo lugar en 1955, un momento crítico en el que los trabajos de repoblación llevados a cabo durante casi veinte años por el Plan Nacional de Repoblaciones estaban seriamente amenazados por el fuego, en especial en la mitad norte de Península. El motivo, que el fuego se consideraba una herramienta más de trabajo, y servía como preparación del terreno para la siembra o el uso del ganado . Sólo preocupaba si amenazaba a las personas o sus viviendas. «Hasta ese momento no había una conciencia de que el fuego fuese un problema grave», resalta Vélez.

Esa falta de atención sobre el medio natural y sus amenazas venía de antiguo. «El predominio durante siglos de la ganadería, unido al aprovechamiento excesivo de los montes, fueron una constante durante los siglos XVIII y XIX, y desembocaron en una situación de la cubierta vegetal muy crítica», continúa. El Cuerpo de Ingenieros de Montes surge entonces para tratar de recuperar el maltrecho patrimonio vegetal, cuya pérdida, explica Vélez, «estaba produciendo graves problemas de erosión, pérdida de suelo e inundaciones ».

Un factor decisivo en el cambio de mentalidad necesario para ver en el fuego un enemigo fue la influencia de los técnicos forestales estadounidenses, para los que los incendios eran un tema prioritario. Esa influencia se facilitó con motivo de los acuerdos hispano-norteamericanos que tuvieron lugar en 1953 , rememora Vélez. Todos estos factores fueron el detonante para la creación, en 1955, del Servicio Especial de Defensa de los Montes contra los Incendios.

los técnicos forestales DE EE.UU. influyeron en el cambio de mentalidad

La efectividad lograda en la actualidad en la lucha contra el fuego ha sido posible gracias a mejoras clave en esos años. Entre ellas, los primeros aviones destinados a sofocar las llamas desde el aire. En 1969 se alquiló el primer anfibio a Canadá y tras unas prácticas en Manzanares el Real, fue destinado a Galicia , donde el fuego era una preocupación continua. En el 71 se compraron dos aparatos y se firmó un convenio con el Ejercito del Aire para pilotar y mantener los aviones. En los 80 se incorporaron los helicópteros y la flota fue creciendo.

Los GEO del monte

En 1968 se creó la base de datos sobre incendios, otro gran acierto, apunta Vélez, que permitió basarse en estadísticas y hechos a la hora de luchar contra el fuego . Pero quedaba mucho por delante. La comparación con los servicios forestales de Estados Unidos dejaba clara la necesidad de profesionalizar la lucha contra el fuego, introduciendo equipos y material adecuado .

Así, en 1992 , ante la falta de personal altamente especializado, una vez que se habían transferido las competencias a las comunidades autónomas, el hoy desaparecido Icona crea las dos primeras Brigadas de Refuerzo en Incendios Forestales (BRIF), compuestas por personas con una gran preparación y resistencia física, capaces de trabajar en unas arduas condiciones de estrés y altas temperaturas, que ya habían acabado con la vida de algunos miembros de las cuadrillas con menos preparación.

Al frente, un ingeniero de Montes, con la misma preparación física y una formación adicional en organización y gestión. Después, la Ley de Montes de 2003 , fijó la obligación de dar esa formación especializada y definió la figura del «director técnico de extinción», que debía dominar el comportamiento del fuego y las técnicas específicas de extinción.

A estos equipos se les dotó de helicópteros de transporte, «auténticos tranvías aéreos», capaces de llevarles a cualquier punto del territorio nacional donde fuera necesaria su intervención. «Fue una gran iniciativa y ha servido de modelo para organizar brigadas en las comunidades autónomas. Cuando llegan al monte, se comen el incendio, con su gran resistencia física y preparación . Son un alivio para los servicios de extinción locales. Son los GEO del monte», señala Carlos del Álamo, decano del Colegio de Ingenieros de Montes. Como anécdota, resalta Vélez, mientras la guerra fría daba sus últimos coletazos, en España, militares rusos y americanos trabajaban codo con codo en la creación de estas brigadas. Los primeros pilotaban los helicópteros, los segundos, instruían al personal.

«Jugar» con fuego

La creación en 1998 de los Equipos de Prevención Integral de Incendios Forestales (Eprif) fue otro logro meritorio. Su misión, «hacer quemas controladas con los propietarios, para mantener el uso tradicional del fuego bajo control», explica Vélez. No hay que olvidar que en nuestro país el manejo del fuego para quemas sólo está prohibido en meses de alto riesgo , recuerda.

El director técnico de extinción sabe cómo se comporta el fuego

Estas brigadas son de especial utilidad en el norte y noroeste peninsular, donde adquieren especial relevancia las quemas prescritas, realizadas a demanda de la población rural y los servicios de prevención de incendios, pero buscando la compatibilidad entre la protección de los montes y su aprovechamiento por los vecinos. En otras zonas los Eprif asesoran sobre planes de prevención a los municipios o hacen trabajos preventivos para disminuir el riesgo de incendios. La clave de su eficacia es la integración en la sociedad y el conocimiento de los problemas y peculiaridades de cada territorio.

También destacó en esos años el estudio científico del fuego forestal, que tiene peculiaridades frente a otros incendios, así como la investigación de sus causas, que logró bajar las desconocidas del 85 al 15% actual. Estos aspectos permitieron estrategias de prevención en el medio y también destinadas a las personas, responsables del 95% de los fuegos. Entre estas estrategias están las campañas televisivas , con sus populares eslóganes, que lograron que nos tomáramos en serio los descuidos que hacen arder los bosques.

Las brigadas son de especial utilidad en el norte y noroeste peninsular

En cuanto a la legislación, destaca del Álamo, en el 57, dos años después de la creacióndel Servicio Especial de Defensa contra Incendios, la segunda Ley de Montes incluye, por primera vez, un capítulo referente al fuego, que su antecesora, de 1863 no contemplaba. Pero fue en 1968 cuando se aprueba una ley específica de incendios forestales, que define el incendio como un problema de orden público y establece que el jefe de extinción es una autoridad gubernativa, gobernador o alcalde , que tiene responsabilidad en el incendio, y los técnicos forestales pasan a ser asesores. En 2003 se crea la figura del director técnico de extinción.

Asignaturas pendientes

¿A quién no le gusta tener una casa en el campo , a ser posible en medio del monte? «Se busca porque tienen un valor añadido, pero no se tiene percepción del riesgo que supone la posibilidad de un incendio», destaca Inés González Doncel, profesora de la Escuela de Montes, Forestal y del Medio Natural y ex directora general de Conservación de la Naturaleza. Las comunidades están empezando a legislar planes de prevención para esas construcciones, señala, y contemplan aspectos como una franja perimetral sin vegetación, poda de las ramas bajas de los árboles, caminos libres de vegetación para acceso de vehículos de extinción , viviendas con materiales poco inflamables, que excluyen la madera, aislamiento especial de ventanas y puertas, entre otras medidas. El objetivo, que no sean una carga adicional en la función de defensa del monte cuando hay un incendio.

La Administración actúa como refuerzo y elemento vertebrador

Para José Manuel Jaquotot, subdirector general de Silvicultura y Montes del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, un reto importante es la coordinación de la Administración central y las autonómicas. «No es mala, pero hay que mejorar. Las Comunidades son responsables de prevención, detección y extinción de incendios y la Administración actúa como refuerzo y elemento vertebrador. A diferencia de EE.UU., con un sistema de emergencias común a todos los Estados, cada autonomía tiene su propia legislación, control presupuestario y medios de extinción. La administración central los tiene repartidos por todo el territorio, pero no puede controlar que alguna decida prescindir de medios aéreos».

Respecto al estado del monte, recuerda que en los países del norte de Europa no se concibe un bosque sin explotar, una garantía frente a la expansión del incendio y de conservación, porque se saca la biomasa que hace de combustible . Nuestra situación es peculiar, de ahí que no hablemos de bosques sino de montes, en los que puede no haber un árbol y sí matorral, recuerda. «Hay que incentivar los aprovechamientos. Queremos potenciar los de resina , para ayudar a fijar población rural , que es la que cuida de los montes que luego a todos nos gusta disfrutar».

Archivo gráfico del desaparecido INIA que muestra una torre de vigilancia

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