![Radar de tráfico en Alicante](https://s1.abcstatics.com/media/motor/2017/04/18/radar-trafico-alex-dominguez-kAg--620x349@abc.jpg)
¿Sirven para algo los radares de velocidad?
La velocidad es un factor determinante en el 30% de los accidentes mortales y el exceso de la misma aumenta tanto el riesgo de sufrir accidentes como la probabilidad de sufrir lesiones de carácter grave e incluso morir
Actualizado: GuardarSon muchos los que consideran los radares de velocidad como una molestia ineficaz, un aparato que únicamente tiene un efecto disuasorio en el punto kilométrico en el que está situado. ¿Tienen razón?¿Son, en cambio, instrumentos de utilidad pese al temor que suscitan en más de un conductor?
Los radares son una herramienta fundamental para poner coto a una de las principales causas de siniestralidad vial: la velocidad. Según la Dirección General de Movilidad y Transporte de la Comisión Europea, la velocidad es un factor determinante en el 30% de los accidentes mortales y el exceso de la misma aumenta tanto el riesgo de sufrir accidentes como la probabilidad de sufrir lesiones de carácter grave e incluso morir.
Además, esta misma situación se produce también en el caso de atropellos a peatones, según la OMS a partir de 80km/h es prácticamente imposible que un peatón se salve en caso de atropello.
A una velocidad de 30 km/h el riesgo de muerte del peatón se reduce al 10%.
Según se recoge en el estudio « El porqué de los radares: efectividad de los radares como medida de control de velocidad», del Grupo de Investigación Facthum.lab de la Universidad de Valencia «la velocidad excesiva reduce el tiempo de reacción, dificulta el control del vehículo y la rectificación de la trayectoria, aumenta la agresividad y el estrés del conductor y altera el funcionamiento sensorial (disminuyendo el campo visual) y el fisiológico (aumentando el nivel de fatiga)».
Actualmente existen tres tipos de radar. Los radares fijos, ubicados en cabinas, pórticos, postes o márgenes de la carretera, que pueden controlar hasta cuatro carriles; los radares móviles, en coches camuflados (u oficiales) de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, en movimiento o parados, y en vehículos aéreos como el helicóptero Pegasus; y los radares de tramo, situados la mayoría en los túneles.
Desde hace varias décadas se vienen realizando diferentes investigaciones sobre los radares. Así, un buen ejemplo es el trabajo de Wilson, Willis, Hendrikz, Le Brocque y Bellamy (2010), quienes revisaron 35 estudios previos para analizar si estos aparatos logran reducir el número de fallecidos y accidentes de tráfico. Según este estudio, comparando con una zona control, la reducción de la velocidad media fue de entre el 1 y el 15% y la proporción de vehículos que excedían la velocidad se redujo entre un 14% y un 65%. En las proximidades de los radares, se redujeron todos los accidentes de un 8% a un 49%, y los accidentes con heridos graves o muertos de un 11% a un 44%.
Los estudios de áreas o zonas concretas arrojan resultados similares. De estas características es la investigación llevada a cabo por Li, Graham y Majumdar (2013) en la que se evaluó el impacto de los radares en el Reino Unido durante 9 años. Los resultados obtenidos muestran una reducción significativa en el número de accidentes de todas las severidades en los lugares donde se localizan los radares y a 200 metros de su ubicación, sin encontrarse evidencias de migración de la accidentalidad a otras zonas cercanas.
Los radares ocultos, más eficaces
Otros estudios más específicos muestran que los radares ocultos tienen efectos más generales sobre la velocidad y la accidentalidad en todas las vías, por lo que consiguen generalizar del efecto disuasorio más allá de las áreas de radar. En este sentido, el 48,45% de los conductores considera que los radares serían más eficaces si no se avisara de su ubicación, según una encuesta de Arag.
El estudio de la Universidad de Valencia admite que la existencia de un radar puede generar situaciones de peligrosidad al crear un «efecto canguro» (frenar antes y acelerar después), si bien no se ha comprobado que hayan causado accidentes. «Si bien se trata de un fenómeno real y observable, hasta ahora no hay ninguna prueba científica de que ello pueda dar lugar a situaciones de tráfico peligrosas», aseguran los autores en referencia a otro estudio del European Road Safety Observatory».
No obstante, a pesar de la evidencia científica, los límites de velocidad establecidos para los distintos vehículos y vías siguen sin respetarse por la totalidad de los conductores.
En el último estudio de medición de la velocidad libre realizado por la DGT, los indicadores obtenidos describen que las vías convencionales limitadas a 90 km/h son las carreteras donde más se incumplen los límites de velocidad. 4 de cada 10 conductores circulan a velocidad superior a la permitida, un 25% superan la velocidad en más de 10 km y un 12% en más de 20 km/h. En el caso de las vías limitadas a 100 km/h, el porcentaje de vehículos que superan la velocidad establecida es algo menor.
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