La polémica historia de los 2.000 soportes publicitarios que Manzano puso en Madrid

Desde que fueron instalados, en 1994, les llovieron las críticas por su estética, su tamaño y por ser causantes de un fuerte «impacto paisajístico»

La polémica historia de los 2.000 soportes publicitarios que Manzano puso en Madrid de san bernardo

S. MEDIALDEA

Desde que el alcalde José María Álvarez del Manzano dio el visto bueno al concurso de mobiliario urbano de 1994, la ciudad comenzó a llenarse de soportes publicitarios de diferentes formas y tamaños: los «chirimbolos», como los bautizó el arquitecto Ricardo Aroca, que desde su cargo de decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid llevó adelante una auténtica «cruzada» contra estos «cachivaches. Las hemerotecas conservan la foto del arquitecto, tocado con un gorro que recordaba la forma de los soportes publicitarios, manifestándose contra su invasiva presencia en las calles de la capital.

Los había de diversos estilos: de corte más clásico, para las zonas históricas de la ciudad, que tenían hasta sus cabecitas de oso coronando su techado; o vanguardistas, para las áreas más modernas de la capital.

Además, se les quiso dotar de otras utilidades, aparte de ser soportes publicitarios, porque así de paso se abonaba parte del canon: unos servían como retretes, otros como contenedor de pilas o de vidrio, algunos eran fuentes públicas...

En cualquier caso, eran enormes, ocupaban un espacio antes expedito en aceras y cruces, dificultaban la visión, causaban tropiezos a los peatones, y fueron objeto de críticas en todos los registros posibles.

«Hermanos mayores»

Pero no por eso dejaron de estar ahí: de hecho, los 1.900 primeros crecieron y se multiplicaron hasta rondar los 3.000 actuales. Y se les unieron otros «hermanos mayores»: los gigantescos soportes publicitarios que afloraron en distintos puntos de la ciudad en 2007, pese a las quejas , de nuevo, de los arquitectos, tal ignoradas esta vez como la primera.

En el ayuntamiento defienden la utilidad de explotar publicitariamente el mobiliario urbano, y además obtener un buen «pellizco» para las siempre necesitadas arcas municipales. Además, argumentan que Madrid no es de las ciudades con más publicidad en sus calles: hay más metros cuadrados de anuncios por cada mil habitantes en otras como Zaragoza o Sevilla. Barcelona estaba por debajo de la capital de España en este punto.

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