Un belén napolitano de premio realizado a mano por una anciana

Pilar Tobar, de 80 años, mima su Nacimiento que expone cada año en el convento de las Carmelitas Descalzas

Un belén napolitano de premio realizado a mano por una anciana isabel permuy

m. j. álvarez

Su afición por los Nacimientos la llevó a comprar uno en un viaje a Nápoles. «Era diferente a todos y me llamó mucho la atención». Y su curiosidad la hizo decirse:«¿Por qué no intentar hacer uno?» Y lo hizo. Pieza a pieza. Desde entonces ha pasado ya una década. Y Pilar Tobar, de 80 años, una «burgalesa-madrileña» coleccionista de belenes de todo el mundo –tiene doscientos– ha visto como el suyo ha ido creciendo a la vez que su mimo y su dedicación por el que se ha convertido en una especie de obra de arte al que cada Navidad acude más gente por el boca-oreja, ya que está alejado del centro. Este año cuenta con cien figuritas. Todas «Made in Pilar»

Las monjas de clausura del Convento de las Carmelitas Descalzas, en la calle de General Aranaz (Ciudad Lineal), le cedieron un espacio en la entrada para exponerlo, un zaguán en el que dejan la puerta de par en par para que le gente lo vea y pase. La primera vez fue hace ocho años. Entonces Pilar era una «jovenzuela» de 72 primaveras. «Solo presenté el Misterio. Lo coloqué junto a una muestra de los tradicionales y exóticos de otros países como Japón, Alemania, Austria o Tokio, pero, poco a poco, el napolitano fue ganando terreno a los otros hasta el punto de copar, prácticamente, todo el sitio».

Viaje a Nápoles

Pilar habla con entusiasmo y tiene la cabeza muy bien amueblada, tanto como las casas de poliespán, las figuras, los vistosos trajes y los cacharros de los vendedores ambulantes que realiza. «En mi primer viaje a Nápoles compré las piezas de barro cocido por separado: las caras, las piernas, los cuerpos, las manos; luego las uní, las pinté y las vestí». Desde entonces ha viajado a la isla italiana, y a las calles dedicadas a los belenes, en otras cuatro ocasiones más. «Hay productos que aquí no se encuentran. Algunas telas las compro yo y otras me las regalan. Son muy vistosas». Pilar no falta ningún día a su cita con las Carmelitas y con su belén. «Paso frío porque al estar la puerta abierta... pero no me importa. Si yo no voy para abrir, no se ve. En el montaje me ayuda mi hermana Marina. Comenzamos este año a colocarlo, al ser tan grande, a mediados de octubre y lo acabamos para la Inmaculada Concepción. Mi hermano José Luis es el que me persigue recogiendo las herramientas que voy dejando desperdigadas por ahí».

Su relación con las Carmelitas le viene por parte de su marido, ya fallecido, sobrino de la Beata María Sagrario de San Luis Gonzaga, asesinada en la Guerra Civil, la primera mujer que ejerció Farmacia en España.

Está muy contenta porque su belén napolitano recibió en 2013 la Medalla de Oro de la Asociación de Belenistas de Madrid y este año recibirá una Mención Especial, un paso más en un escalafón que la hace acudir desde su casa en Moratalaz, haga frío o llueva, hasta el lugar en donde reposa su obra. «Tardo un mínimo de 75 minutos en dos autobuses, pero no me importa. Me siento recompensada. La gente me anima mucho. Y se fija. Me dicen: esto no estaba el año pasado, ni esto otro».

Cada vez tiene más público. «El domingo pasado mi hermano contó 225 personas», sonríe. «Es un hobby que me mantiene activa. Estoy ocupada todo el año. Mis cuatro hijos y mis dos nietos están pendientes y cuando van al campo me traen hierbas, ramas o cualquier cosa para decorar. Todos están pendientes». Ella lo hace gratis y con gusto: «Todo por las hermanas».

Un belén napolitano de premio realizado a mano por una anciana

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