Lotería de Navidad «El dinero nos facilita la vida, pero no podemos basar nuestra felicidad en él»
¿Puede la riqueza pagar nuestra alegría? ABC entrevista a la doctora en Psicología Mila Cahue para tratar de dar respuesta a esta incógnita
![Los estudios no logran establecer una idea común ¿Aumenta el dinero la felicidad?](https://www.abc.es/Media/201512/02/felicidad-dinero--644x362.jpg)
Decía Woody Allen -quien, por cierto, cumplió el pasado martes 80 años- que «el dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que se necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia». La sabiduría del cineasta fue innegable (como ya demostró en otras tantas citas) pero, mientras esas palabras salían por su boca, no sabía en el lio en el que se estaba metiendo. Y es que, la cuestión de si unas monedas más en el bolsillo aumentan o no nuestra alegría no solo no se ha resulto todavía, sino que sigue provocando encarnizados debates entre LOS expertos. ¿Es posible no ser dichoso con una cuenta corriente abultada? ¿Puede sentirse bien consigo misma una persona que no tenga ni un mísero euro en el banco?
Mila Cahue, doctora en psicología y autora de «El cerebro feliz» (Paidós, 2015) cree que todo es relativo. «Tendemos a etiquetar todo, pero las cosas no son blancas o negras. Negar que el dinero facilita la felicidad es absurdo, pero pretender buscar la felicidad a través del dinero también lo es», explica en declaraciones exclusivas a ABC. En plena llegada de la Lotería de Navidad -y con ese gusanillo de los millones picándonos día tras día- puede parecer absurdo pensar que a alguien no le vaya a dar un subidón de adrenalina cuando escuche que sus números están siendo «cantados», pero es una posibilidad. «Depende de lo que signifique el dinero para cada persona y lo que implique para ella aumentar su capital. Cada uno lo valora en base a su forma de ser, a sus expectativas y a sus experiencias personales. Hay que tener en cuenta que se puede ser feliz sin dinero», añade.
¿Qué es la felicidad?
En palabras de la experta, el primer problema a la hora de abordar este debate es saber qué es la felicidad, un sentimiento sumamente difícil de explicar y que cuenta con decenas de definiciones. Una de ellas es la ofrecida por el profesor de psicología Mihály Csíkszentmihályi quien, en su libro «Fluir, una psicología de la felicidad», determina que «es una condición vital que cada persona debe preparar, cultivar y defender individualmente». El experto también es partidario de que la felicidad no es el resultado de la buena suerte y que no nos viene dada en un paquete por el azar, sino que es «una experiencia interna» a la que cada individuo debe llegar por sí solo. Es decir, que es imposible sentirse dichoso basándose únicamente en los estímulos que nos llegan desde el exterior.
Cahue es de la misma opinión: «La felicidad no depende de lo que nos ocurre a nuestro alrededor, sino de nosotros mismos. Hay gente a la que le pasan cosas maravillosas a diario, pero no las valora y no consigue ser feliz. También sucede lo contrario, gente a la que le suceden cosas cotidianas, pero las valora y se siente feliz. Depende de la disposición que tenga cada uno». En este sentido, la doctora también considera que la felicidad es un estado subjetivo. Es decir, que cada sujeto sabe lo que le hace dichoso y debe cultivarlo. «Puede ser una consecuencia directa de algo que nos ocurre, puede venir de una buena actitud ante la vida o puede ser una repercusión tras tomar la decisión de ser feliz. Pero no es tampoco el optimismo ingenuo. Para ser feliz hay que pasar por momentos poco agradables, pero que nos hacen valorar los buenos», completa.
Un viejo debate
Puede parecer que el debate sobre la influencia del dinero en la felicidad cuenta con pocas primaveras de vida a sus espaldas, pero la realidad es bien diferente. Así lo ha demostrado el economista Richard Easterlin quien, en la década de los 70, se dedicó a estudiar durante años si la mejora de la economía individual aumentaba exponencialmente la dicha en las personas. La investigación venía al caso pues -después de tres décadas sumidos en una crisis tras haber gastado millones y millones en enviar de una patada a Hitler y a su Wehrmacht de vuelta a Berlín- los aliados habían sufrido un considerable aumento de su riqueza. La lógica decía que, a más dinero, más alegría, pero este experto se propuso analizar si la conclusión era cierta o, por el contrario, se correspondía con una habladuría.
«Después de la guerra, la economía de EE.UU. creció a tasas muy elevadas y apareció una amplia clase media. Los economistas solían considerar que la creciente disponibilidad de bienes más baratos implicaba que se había alcanzado el bienestar en términos generales. La igualdad más bienes = más satisfacción, parecía una verdad trivial. La gente necesariamente tenía que ser más feliz si se hacía más rica», explican los investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid Jorge Turmo, Óscar Vara y Ángel Rodríguez en su informe «La paradoja de Easterlin en España». Sin embargo, los estudios de este investigador -de los primeros hechos en este campo- determinaron que, cuando los ingresos de la sociedad pasaban un límite determinado, su bienestar y felicidad dejaban de aumentar.
Llegar a ser feliz no es difícil, tan solo requiere seguir una serie de pasos
«La Paradoja de Easterlin [afirma] que el crecimiento de la renta por persona, y por tanto del bienestar en términos de bienes y servicios, no viene acompañado por un crecimiento similar del sentimiento subjetivo de satisfacción», añaden los expertos. Easterlin también concluyó que, en los países en los que las necesidades básicas (como alimentarse, tener amistades y un largo etc,) no estaban cumplidas del todo, la población no daba importancia a la riqueza. Cahue es de la misma creencia: «No hay que ser radical. El dinero nos da la felicidad inmediata porque nos permite llevar a cabo nuestro proyecto vital. Al fin y al cabo nos facilita la vida al permitirnos, por ejemplo, ser atendidos cuando estamos enfermos. Pero no podemos basarnos en él para ser felices»
Teorías para todos los gustos
Desde que Easterlin explicara sus teorías al mundo, mes a mes son publicados estudios que tratan de dar una respuesta a la eterna pregunta: ¿El dinero nos hace ser más dichosos? Uno de los últimos fue dado a conocer el pasado septiembre. Elaborado por la Oficina Nacional de Estadísticas de Gran Bretaña (el Instituto Nacional de Estadística de los británicos), afirmaba que la riqueza se encuentra ligada directamente a la felicidad. Concretamente, esta investigación señalaba que, además de aumentar los niveles de bienestar, tener una buena cantidad de billetes en el banco reduce drásticamente el nivel de ansiedad de un individuo. Y no solo eso, sino que también establece que es más importante contar con un buen colchón económico, que recibir un buen sueldo para estar alegre.
Por el contrario, un estudio realizado en febrero por «The University of British Columbia» llegó a la conclusión de lo contrario. En este caso, los expertos de este centro afirmaron que el dinero no otorga la felicidad, aunque sí ayuda a la población a sentirse menos desgraciada. «El tener acceso a mayores ingresos está asociado con experimentar menos tristeza a diario. Los resultados indican la posibilidad de que el dinero puede ser una herramienta eficaz para reducir la tristeza, pero no para aumentar la felicidad», explicaban Kostadin Kushlev, Elizabeth W. Dunn y Richard E. Lucas, autores de la investigación. Para llegar a esta conclusión, los responsables entrevistaron a casi 13.000 personas con ingresos variables. Todos ellos dijeron lo mismo: que no se sentían más felices por ser más ricos.