radiografía social: 20 AÑOS EN GALICIA

Entre la pérdida demográfica y el reto del reemplazo generacional

La esperanza de vida entre la población gallega aumentó un lustro durante los últimos veinte años, hasta los 82,7 años

Entre la pérdida demográfica y el reto del reemplazo generacional m. muñiz

patricia abet

Echar la vista atrás para examinar la realidad demográfica de Galicia implica comparar dos fotografías con protagonistas bien distintos. La instantánea de partida, captada en 1995, muestra una pirámide de población asentada sobre la base de las generaciones más jóvenes. Por aquel entonces, con un censo de 2.719.536 personas, el grueso de la población gallega no sobrepasaba los 55 años. La fotografía actual, tomada a comienzos del 2014, da cuenta de una sociedad en la que el 25 por ciento de sus habitantes superan el umbral de los 65 años. Detrás de este vuelco de tendencia se esconden dos factores clave: el aumento de la esperanza de vida y la drástica caída de la natalidad. En íntima relación con la primera de las causas, los avances médicos de las últimas décadas se han convertido en palanca de una sociedad en la que la gente disfruta de más años de vida, en mejores condiciones. En la actualidad, la esperanza de vida media de los gallegos ronda los 82,7 años, un lustro más que en 1995.

El dato, aunque alentador, ofrece una doble lectura que sitúa a Galicia como la segunda región más envejecida de toda España, solo superada por Asturias. Al hilo de esta realidad social, la cifra de centenarios gallegos también resulta reveladora. Porque los gallegos nacidos a principios del siglo pasado forman parte de un selecto club en el que ya militan más de un millar de personas. Y todo apunta a que centenarios y supercentenarios irán en aumento. Al menos, así lo vaticinan las proyecciones que señalan, para esta franja de edad, un crecimiento aproximado de 60 nuevas incorporaciones al año a lo largo de la próxima década.

Con más de 30.000 fallecimientos al término de 2013 y alrededor de 19.600 nacimientos, la coyuntura demográfica que atraviesa la autonomía ha sido calificada ya como el problema más acuciante para Galicia a medio y largo plazo. De ahí que los esfuerzos de las administraciones se centren en incrementar unos índices de fecundidad que están en mínimos históricos y que se revelan incapaces de remontar una balanza vegetativa negativa. Buena prueba de ello son los datos del primer semestre de este año, en el que Galicia contabiliza la friolera de mil fallecidos más que nacidos, lo que sitúa a la región en el precipicio de los 2,7 millones de habitantes a las puertas del año 2015.

Por debajo de los 2,7 millones

Campañas de promoción de la natalidad y planes de conciliación familiar tratan de poner freno desde hace tiempo a una tendencia que, de perpetuarse en el tiempo, podría acumular una pérdida poblacional del 5 por ciento en los próximos diez años. De ello dan cuenta las expectativas de variación de la población, que perfilan un censo de cara al 2024 en el que el número de residentes en la Comunidad gallega caerá hasta los 2.600.000 habitantes.

Desempolvando las estadísticas de hace veinte años, el perfil de los habitantes gallegos ha variado sustancialmente.Un papel importante en esta transformación social lo juega la emigración, que ha dejado de engrosar el censo de habitantes para mermarlo sustancialmente. A lo largo del año 2013 abandonaron Galicia — destino a otras comunidades españolas o al extranjero— más de treinta mil personas. La cifra de emigrados de la Comunidad en 1995 era de apenas diez mil personas, aunque en este último dato no se incluyen las marchas a países extranjeros, más anecdóticas por aquel entonces.

Sea como fuere, la crisis económica de 2007 ha marcado un giro de tendencia en cuanto al fenómeno migratorio que deja titulares que subrayan que la diferencia entre la cantidad de ciudadanos que eligen Galicia para asentarse y los que hacen las maletas fue de casi dos mil personas en la primera parte del 2014, a favor de los que se van. Con estas estadísticas sobre la mesa, la region atlántica encara un saldo migratorio (diferencia entre el número de inmigraciones y el de emigraciones) de -2833 personas. Cifras negativas que marcan distancia con el mismo saldo en 1995, de 3.955 habitantes según el IGE.

Las «aldeas fantasma»

Pero los cambios de tendencia no acaban aquí. Volviendo a la fotografía con la que arrancaba esta radiografía social llama la atención otro fenómeno que —al igual que el de la emigración— ahora se reedita. Se trata de la despoblación del rural, que deja a su paso una importante nómina de pueblos abandonados, sobre todo en las provincias más orientales de la Comunidad. Especialmente preocupante es el caso de Orense, donde la lista de aldeas sin habitantes roza las 300 según el INE. Junto a estos núcleos —ahora sin residente alguno— están las bautizadas como «aldeas fantasma», con un solo morador, que en la misma provincia ya son cerca de doscientas. Los estudios realizados en este ámbito arrojan datos definitorios de la situación del rural, como que Galicia concentra la mitad de todas las aldeas abandonadas de España y que una treintena de sus pueblos interiores se quedan vacíos al cabo del año.

Mudanzas entre concellos

Ligada a este éxodo está la llamada emigración interna, es decir, los cambios de residencia entre ayuntamientos de la misma comunidad. En el caso gallego, este tipo de traslados están marcados por la marcha del campo a las áreas urbanas y suponen casi el doble que en 1995. En concreto, hace veinte años se mudaron a otra localidad unas 36.000 personas. Al término de 2013, la cifra tocaba las 60.000. Las proyecciones demográficas a medio plazo advierten que la tendencia seguirá al alza y que el crecimiento de nuevos asentamientos urbanos al amparo de ciudades comoSantiago, Pontevedra o La Coruña se consolidará. Las predicciones también demuestran que en los próximos años las áreas metropolitanas aglutinarán a un 60 por ciento de la población total de la Comunidad.

En un escenario de clara regresión poblacional, la falta de relevo generacional se hace más evidente a cada paso. Las voces de los expertos remarcan que la recuperación solo llegará de la mano de la estabilidad económica. Consciente de ello y con la vista puesta en un horizonte donde la pérdida de residentes podría ser de 150.000 personas, el Gobierno gallego se afana en concienciar a la sociedad través de ambiciosos planes como el de Dinamización Demográfica, aprobado el pasado año y que recoge beneficios fiscales por el nacimiento del primer hijo o la adopción, entre medio centenar de iniciativas más. Para revertir una tendencia silente pero demoledora, la Xunta también apuesta por incentivos como las ayudas al alquiler para las familias con hijos, las bonificaciones en el transporte público y los servicios de ayuda en el hogar. Todas estas medidas suponen una inversión de cerca de 90 millones de euros en la presente legislatura. El objetivo, coinciden unos y otros, pasa por blindar un reemplazo poblacional solo asegurado si la media de hijos por mujer roza los 2,2. Hoy en día está en el 1,1.

Más universitarias

El fuerte descenso en el número de nacimientos en la comunidad se deja notar desde hace años también en las aulas de centros de enseñanza y universidades. En estas últimas, por ejemplo, la cifra de licenciados ha variado notablemente en los últimos quince años, pasando de los 12.500 titulados en el curso del 2001 (no hay registros totales de años previos) a los apenas 9.900 del 2013. Aunque con menos estudiantes, lo que sí mejoraron son los porcentajes de abandono escolar temprano. A comienzos del 2000, tres de cada diez alumnos gallegos no había completado la educación secundaria y no seguía ningún plan de formación. En la actualidad, el porcentaje de jóvenes que deja los estudios ha descendido hasta el 20,3 por ciento y las políticas educativas están dirigidas, en buena parte, a reducir aún más el dato.

Otra realidad que contrasta con la fotografía tomada veinte años atrás en las facultades gallegas es la referida al género de sus alumnos. Porque, en la actualidad, ya hay más mujeres universitarias e investigadoras que hombres. Un vuelco significativo que, por el momento, no se traslada a la plantilla del profesorado universitario, donde la proporción de docentes masculinos sigue siendo mayor.

Con una población cada día mejor formada, las previsiones señalan que en 2023 Galicia solo contará con 1,6 habitantes en edad laboral por cada inactivo. El 77 por ciento de estos potenciales trabajadores se concentrará, además, en las provincias de Pontevedra y La Coruña. Las mismas previsiones alertan que en la próxima década el número de pensionistas se disparará un 10 por ciento hasta los 668.200, el doble que menores de 16 años. A este paso, todo señala que en la próxima década habrá en la Comunidad dos veces más jubilados que niños. Una perspectiva nada halagüeña que se deja notar, entre otros parámetros, en las partidas destinadas a sanidad.

Un nuevo hospital en 2015

A la cabeza de toda España, Galicia dedica un 42 por ciento de sus presupuestos a sanidad, lo que representa 1.227,74 euros por habitante o, lo que es lo mismo, 25 euros por persona más que la media española. En consonancia con este escenario está el número de plazas hospitalarias con las que cuenta Galicia a día de hoy. Una cifra que se sitúa en las 9.927 (en el umbral de 1995 era de 5.957) y que se ampliará con la inmediata apertura del único centro hospitalario levantado en España durante la crisis, el nuevo hospital de Vigo que entrará en funcionamiento en verano de 2015.

Ante una población notablemente envejecida, el sistema sanitario gallego da cobertura a un alto número de pacientes geográficamente dispersos que, además, suelen presentar cuadros de polipatologías crónicas. Para facilitar su acceso a la atención médica y acelerar los procesos de detección precoz de enfermedades como el cáncer o las demencias, el Sergas puso en funcionamiento una línea de vías rápidas que agilizan el proceso y suponen un apuesta firme por la medicina preventiva. Como herramientas de trabajo, los sanitarios gallegos tienen a su disposición la historia clínica electrónica de los pacientes —que facilita que sus datos sean accesibles desde cualquier punto médico de la Comunidad— y la receta electrónica, en cuya implantación Galicia fue pionera.

Una rápida mirada al retrovisor evidencia que la ciudadanía gallega ha mejorado su calidad de vida en las últimas dos décadas, con avances relevantes tanto a nivel sanitario como educativo. En el horizonte, sin embargo, emergen retos como el aumento de la natalidad o el freno a la despoblación del rural, que pasan por acertar con las políticas de promoción y que deben asentarse en la concienciación social de la ciudadanía. La meta de cara a los próximos veinte años es clara: engrosar un índice de población que a día de hoy sólo representa el 5,9 % de todo el país para blindar un relevo generacional por ahora incierto.

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