«El paraíso»

Los nuevos colonos de la Ribeira Sacra

Un grupo de ciudadanos británicos han elegido el interior de Galicia para vivir. Dejan atrás ciudades como Londres para recomenzar sus vidas y descubrir el capricho de los «césares»

Los nuevos colonos de la Ribeira Sacra rOMÁN NOVOA

marcos sueiro

La elección de muchos ciudadanos británicos está localizada en la zona más interior de Galicia. No se trata de una huida, tampoco de un éxodo, sino de la búsqueda de otra manera de vivir. Un lugar que puede identificarse con «el paraíso» o como «el refugio» para vivir de una manera más «auténtica».

Penelope Anderton está instalada desde hace años en la Ribeira Sacra. Eligió la aldea de Castrotañé , en el ayuntamiento de Ferreira de Pantón (Lugo), para recrear un espacio hecho a su medida y reconstruir el abandono al que se sometieron muchas aldeas de las comarcas de Lugo y Orense. Su llegada se convirtió en la oportunidad de que las viviendas ruinosas cobrasen vida. A día de hoy vive en una casa con un huerto. La vivienda está completamente rehabilitada y presenta el aspecto de un pequeño pazo . Penelope matiza: «Sólo hizo falta darle brillo». La explicación tan sencilla esconde años de trabajo y un afán de convertir «el caserón en mi hogar».

El paso del tiempo, la constancia y la determinación de quedarse propiciaron una tormenta de ideas que desembocaron en una casa rural que está dispuesta a compartir con quiénes la visiten y la localicen en la aldea global. La señora Anderton vive con sus gatos y recibe huéspedes mientras disfruta de su particular locus amoenus.

El hallazgo fue casual. Buscó y encontró de la misma forma que otros 50 compatriotas que ya viven de manera permanente en la encrucijada de caminos que es la Ribeira Sacra.

A poca distancia de la casa de Anderton viven John y Michael . Se trata de dos amigos que decidieron dejar Londres y dar rienda suelta a su espíritu errante . Actualmente están domiciliados en Ferreira de Pantón. Reconstruyeron la vivienda, plantaron un huerto y John convirtió en realidad el sueño de ver montando un museo medieval en la planta superior de su vivienda.

La vida transcurre lentamente al ritmo de la lentura de la tierra. Tanto Michael como John cuidan la huerta, se esmeran en la rehabilitación de la casa y proyectan sus sueños más deseados en el lugar definitivo para quedarse.

Al visitar la residencia de Michael y John se puede comprobar el esmero que ponen en todo lo que hacen. Su mejor obra son los dulces y postres que elaboran con los frutos de la tierra. Mermeladas variadas, frutas en almíbar o tartas artesanales se colocan alineadas en la cocina para comprobar que algunas fotos de cuento son reales.

Y aunque son «felices» necesitan volver de «vez en cuando a Londres». Michael explica: «Me gusta ver a mi familia y pasar el tiempo con mis sobrinos» . En un español fluido, John puntualiza: «Todo es posible porque el intercambio de visitas es posible». En realidad reciben y son recibidos por sus familiares, pero tal como le ocurre a Penelope «hemos decidido quedarnos a vivir para siempre».

La comunidad británica se multiplica

A poca distancia viven más compatriotas que descubrieron el hallazgo de los precursores. En la aldea de Freixedo viven David y Terri . Un matrimonio que, tras jubilarse como gerente de una tienda de ropa y contable en una empresa respectivamente, decidió hacer las maletas para comprar una vivienda y vivir junto a sus 30 gatos.

La vida les ha cambiado mucho. Atrás quedan las horas de metro, la comida rápida, los sobresaltos de una vida urbana «lineal, intensa pero mecánica».

David está seguro de haber tomado la decisión correcta: «Ahora nos dedicamos a cuidar de los gatos , son como parte de nuestra familia, y compartimos experiencias con nuestros vecinos».

El mestizaje de los «colonos» con los lugareños es visible. Los niños, que todavía quedan, merodean alrededor de las casas de los ingleses y se saludan con ese ceremonial propio de una vieja nación con buenas costumbres.

El tiempo en la Ribeira Sacra se estira y permite «charlas, encuentros, viajes, tertulias, soledad», explica David. El británico domina el español y enumera con pasión los adjetivos de una tierra que no quiere abandonar.

Los nuevos «colonos» de la Ribeira Sacra también cultivan su otra identidad . Algunos de ellos mantienen encuentros para tomar el té y recordar que vienen de una isla de paisaje parecido al de su nuevo país. Entre risas comentan las «últimas noticias» de la Corte de Saint James , se hacen eco del embarazo de la duquesa de Cambridge y establecen comparaciones entre las dos naciones para buscar semejanzas.

Todos ellos son conscientes de la «importancia» del lugar que habitan. Saben que fue poblado por monjes en la Edad Media, también conocen la importancia que tiene el agua y el deseo que despierta entre las multinacionales eléctricas y, sobre todo, se reconocen habitantes de un lugar al que llegaron para mezclarse.

Los vecinos los protegen. Ya forman parte de la tribu, y con elogios glosan sus vidas en la aldea. Un ejemplo es el empleado de la gasolinera de Ferreira. Cuando tiene que hablar de cada uno de ellos antepone el artículo para explicarse con más confianza y evidenciar el trato frecuente: «El John es muy buena gente, lleva tiempo aquí y es uno más» . Y como él, casi todos. Repoblar el territorio ya no pertenece a épocas pretéritas como fue la Reconquista... Ahora son otros los que vienen , pero con una intención distinta. Quieren quedarse en una tierra que atrapa a todo el que la conoce.

Los nuevos colonos de la Ribeira Sacra

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