Ni la muerte les separó

Todos, familiares y amigos, sabían que el día que uno de los dos falleciese el otro no tardaría mucho en seguirle, pero lo que nadie esperaba es que abandonasen este mundo con tan solo una hora de diferencia. María Sandoval y Clementino Rubio eran un matrimonio de nonagenarios de la localidad vallisoletana de La Unión de Campos, donde habían compartido su larga y fecunda vida.

Con 93 años ambos, su mente y su corazón seguían intactos, a pesar de los achaques y enfermedades derivados de la edad, pero a los que hicieron frente porque estaban juntos. Sin embargo, cuando el pasado lunes un ictus postró a María en la cama y la nubló el conocimiento, Clementino no pudo soportarlo y falleció en la madrugada del viernes, mientras dormía.Había pasado los últimos cinco días viendo como su esposa se iba consumiendo. «Ya no habla ni dice nada; esto no me gusta», repetía con los ojos vidriosos y el rostro ensombrecido por la tristeza. No se separó de su lecho y, en la misma habitación que compartía con su mujer, dejó de respirar. No había transcurrido una hora cuando María también cerró los ojos para siempre.

La localidad vallisoletana vive impresionada por las dos muertes de una pareja querida y admirada en el municipio y que deja cuatro hijos, siete nietos y tres biznietos. Clementino, ganadero de profesión «adoraba a su mujer» -comenta su familia-, de la que no se separó en 71 años, 70 de casados y uno de novios. Una de sus nietas, Rocío, recordaba cómo el mismo jueves cuando le preguntaba cómo podían haber estado juntos 71 años, respondía sin vacilar: «Porque nos queríamos mucho». Por eso, quienes les conocieron saben que Clementino murió de pena, al ver cómo la vida de su compañera se iba apagando y ésta, de una u otra forma, también tuvo la certeza de que su fiel amor había emprendido un camino por el que, también esta vez, le iba a guiar.