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En memoria de Robin Williams y la amnesia según Zhang Yimou

La española «El Arca de Noé» reflexiona sobre la crisis

En memoria de Robin Williams y la amnesia según Zhang Yimou ical

oti rodríguez marchante

Hace un par de meses que murió Robin Williams , ese actor excesivo con eterno gesto de chupar limones y al que había que detectar en su cara si reía o lloraba, si era cómica o trágica. El estreno ayer en la Seminci de «El hombre más enfadado de Brooklyn» , tal vez la última película a la que le prestó esa confusión entre lo cómico y lo trágico, no será por la que lo recuerden los tiempos, aunque sí sirvió al menos como homenaje a sí mismo de un hombre que va a morir, el Henry Altman que interpreta con su catálogo de «tics» y que padece un aneurisma cerebral que lo fulminará en una cuantas horas. El director, Phil Alden Anderson , conjuga todos los verbos conocidos sobre esa peripecia final de un hombre que intenta arreglar a contrarreloj su papel de padre, esposo y fulano que pierde los estribos como si fueran un paraguas, y lo hace con la furia y la dramática comicidad propias del actor. No es una película redonda, sino más bien estrellada, aunque podrían encontrarse escondidos en su interior los destellos o presagios de alguien decidido a ahorcarse con su propio cinturón.

«El hombre más enfadado de Brooklyn» está fuera de la ambición competitiva, al contrario que «El Arca de Noé», película española que compite por la Espiga de Oro , tan ambiciosa como sencilla que narra un presente continuo en crisis en una historia situada, como si dijéramos en la próxima legislatura A sus directores, Adán Aliaga y David Valero , les cuesta horrores espantar de su película el aire de cortometraje, de idea útil que se les queda varada en el mismo bucle metafórico, social e individual que quieren narrar con esos tres personajes escapistas a un tiempo o un lugar que siempre les precede… Es al tiempo naïf y sobreelaborada, cercana en su texto (la música de fondo son las noticias sobre la pertinaz situación social enquistada, o sea, en un luego tan desastroso con el ahora) y lejana en su simbología y polisemia. Lo más notorio de ella es la buena aclimatación al tono y desnudez de sus personajes de los actores protagonistas, Francisco Gomis, Miguel Romero y Alicia Santonja.

Y la otra película en competición era la de Zhang Yimou, «Gui Lai», un emocional y nostálgico relato sobre la memoria colectiva y personal que funde la China aciaga de la Revolución Cultural con el refugio en el olvido de una mujer que se niega a reconocer a su anciano marido cuando vuelve a casa tras un largo periodo de «reeducación». Gong Li vuelve a ser la esponja que recoge toda la emoción del cine de Yimou, la que obliga con su gesto de perplejidad, resignación y terquedad a fundir, empastar, la figura en el paisaje, lo íntimo con lo social, una Penélope que se niega a tejer. Yimou es un cineasta sin complejos, y no teme empujar su historia por la ladera de lo sensible, de someter a sus personajes a tensiones y emociones (las cartas, el sentimiento de culpabilidad de la hija delatora…) que recubren la dureza, la opresión, la tortura, de una lámina de nostalgia. Siempre eficaz, siempre emocionante, siempre espectacular…, Zhang Yimou no suelta las riendas que conducen su cine hasta el corazón del público.

En memoria de Robin Williams y la amnesia según Zhang Yimou

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