PECADOS CAPITALES

El ocaso de Tania Sánchez

Iglesias ya no quiere políticamente como quería a Tania Sánchez

Mayte Alcaraz

Pablo Iglesias ha dejado sola a Tania Sánchez. Podemos ya no quiere como quería a la excandidata regional de IU. El portazo que acaba de darle el eurodiputado a su novia solo anticipa lo que los más veteranos de la coalición de Cayo Lara sabían: el nuevo partido solo quiere de IU sus cuadros, sus bases, su implantación. La ideología y los candidatos los pone el grupo de Iglesias. Que nadie se equivoque. La operación de Alberto Garzón y Tania Sánchez, con más voluntarismo que sustancia, preveía un trasvase de cargos y carteles electorales de la formación tradicional hacia el partido emergente. Es decir, una suerte de compensación por los servicios prestados –la demolición interna de IU– cambiando apoyos por puestos en las listas, sobre todo, las de más campanillas, como las que atañen a la Comunidad de Madrid. Nada más lejos de la realidad.

La exconcejala de Rivas-Vaciamadrid cometió un error de cálculo; creer que en el partido antisistema se buscaban ideas y personas. Echó un pulso a los dirigentes de IU-Madrid, creyéndolos débiles y corruptos, y lo perdió. Camuflada tras la excusa de que la convergencia podía arreglar los problemas de la izquierda en la Comunidad, midió mal sus fuerzas, bastante diezmadas desde que se supo que durante su etapa de edil había favorecido la adjudicación de contratos públicos a su hermano. Por tanto, ni los débiles eran los otros; y quizá tampoco los corruptos. O no solo ellos lo eran.

El resultado es que lo que se pretendía, la unión en una plataforma única de todos los partidos de la izquierda extrema en Madrid, ha sido un rotundo fracaso. Lejos de propiciarse la unidad, cada vez está más fragmentada. Antes había un solo aspirante a la presidencia regional, el de Izquierda Unida. Ahora hay tres: el que presente Podemos, la propia Sánchez (volando en solitario, si es que aguanta) y el aspirante de la genuina IU, el poeta Luis García Montero, que él sí ha conseguido sumar respaldo de todas las facciones sin pisar los callos sobre los que con tanto donaire zapateó la exdiputada.

La consecuencia es clara: la desmotivación de las bases de la coalición, sin la cual el PSOE de Leguina no hubiera podido gobernar Madrid hasta 1995. La fuerza de Pablo Iglesias, que ayer improvisaba un lamento dirigido a su compañera sentimental, no va a dejar vivo al partido de Lara. Un partido que, paradójicamente, obtuvo unos excelentes resultados en las últimas europeas duplicando su implantación en Bruselas.

Dicen que la pareja ya no es lo que era. Políticamente hablando, desde luego. Como si fueran un trasunto de la casta de la que tanto abominan, los personalismos, enfrentamientos y egos no dejan ver el bosque en el que se iba a enterrar al PP y al PSOE. En ese bosque que soñaron Garzón, Iglesias y Sánchez en tardes de merienda y sueños antisistema ya hay una tumba.

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