POSTALES
Pablo Iglesias sin careta
Las tarjetas negras de Bankia han hecho más publicidad a Podemos que su apolillada ideología
Ha sido un fin de semana lleno de acontecimientos políticos. En Podemos, se perfiló el liderato personal sobre el asambleario; en UPyD, se consumó la ejecución de Sosa Wagner; en el PSOE, Pedro Sánchez recibió un aguijonazo de González y Guerra para que se concrete, y en el PP, Rajoy continúa su marcha a paso de tortuga, seguro de ganar a todas las liebres, con el lema «el final de la legislatura habremos superado la crisis». Entre esas actitudes, predecibles todas, destaca la de Pablo Iglesias, que, finalmente, se ha quitado la careta, mostrando lo que algunos advertíamos, la mayoría no quería ver y él ocultaba bajo la aureola de líder en busca de liberar a su pueblo de la opresión de las fuerzas más retrógradas: la plutocracia, el Ejército y la Monarquía. «El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto», dijo ante una entusiasta asamblea de su partido en Madrid para diseñar la estrategia de cara a las próximas elecciones. Sobre la mesa había dos propuestas: la de Pablo Echenique de un liderato compartido por tres secretarios generales, y la de Pablo Iglesias, convencido de que debe haber sólo uno porque «no creo que tres secretarios generales ganen la batalla a Rajoy y a Sánchez, y uno, sí». Sin hacer falta decir que ese uno debe ser él.
Tanto el «asalto al cielo» como «Podemos», copiado de Obama, todas las expresiones felices de Iglesias, no son suyas. Ésta es de Karl Marx, en carta a su amigo el Dr. Ludwig Kugelmann, en la que intentaba explicarle el fracaso del intento revolucionario de la Comuna parisina en la guerra con los alemanes de 1870-71. Destrozado el Ejército regular francés en Sedán, el pueblo se alzó en armas contra el invasor ofreciendo una resistencia feroz de las comunidades vecinales. Para terminar también sucumbiendo, por faltarle un liderato unificado, según Marx. La Comuna sirve para hacer una revolución, pero no para ganar una guerra y, menos, para hacer un Estado.
También lo pensaba Lenin en 1917, tras el colapso del Ejército ruso frente al alemán en la Primera Gran Guerra y el régimen zarista con él. Su consigna fue «todo el poder para los soviets» (soviet, en ruso, significa consejo popular). Pero en cuanto los bolcheviques se impusieron, el lema se convirtió en «todo el poder para el Partido Comunista», controlado, como sabemos, con mano de hierro por sus jefes. Y así fue hasta la caída de aquel régimen.
Lo que nos interesa a nosotros es que Pablo Iglesias lo adapta, con fraseología bélica además, como a él le gusta: ese «asalto al cielo» –el cielo, como la democracia, se gana, no se asalta– es revelador de su talante totalitario, que empieza en su propia organización. Qué no será con el resto, por mucho que diga que no es imprescindible y que no ha habido vencedores ni vencidos.
Más de una vez me habrán leído que Pablo Iglesias vende el bolchevismo más primitivo. La cortedad política del pueblo español y su enorme cabreo le ha impedido darse cuenta de ello. Sobre todo, el cabreo. Las tarjetas negras de Bankia han hecho más publicidad a Podemos que su apolillada ideología.