El pastor desconoce cómo podrá seguir adelante después de una pérdida de ganado tan grande. :: JAVIER FERNÁNDEZ
descarrilamiento de un tren en jerez

«Las obras están sin alambrar y ése era el único sitio por donde pasar»

El propietario de las más de 300 cabras atropelladas por el tren critica que la nueva carretera y las obras le han dejado sin cañada

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Vuelta a la normalidad para los viajeros de la línea férrea Sevilla-Cádiz: los trenes recuperan sus horarios y el tramo de 600 metros afectado por el accidente del domingo únicamente contará con una limitación de velocidad de 30 kilómetros por hora. No hubo víctimas humanas, pero sí más de 300 animales que el domingo fueron incinerados de forma extraordinaria en el crematorio de Verinsur tras la solicitud de la Delegación de Gobierno. Y por todos ellas lleva «23 años sacrificado» Enrique Ferrer, el propietario del rebaño impactado.

«Esto es una ruina. Tengo a dos familias enteras sin comer». El ganadero habla de él y de Francisco Medina, el pastor que se encontraba entonces a cargo del rebaño: «Tengo un recuerdo muy malo. No he podido dormir nada esta noche». Francisco aún ayer intentaba asistir a las cabras que yacían malheridas en el suelo del establo. Con otras ha sido imposible. «Hay una a la sombra, bajo una morera. Le he llevado agua al animalito, pero no creo que sobreviva». Con los ojos húmedos -y no parece que por la falta de sueño- niega que todo se debiera a un descuido: «El tren pitó, las cabras se apelotonaron en la vía y claro, yo no pude ya hacer nada».

Sin vía pecuaria

Enrique 'el cabrero' -como se le conoce en Guadalcacín- posee la «carta verde» que garantiza que sus animales tienen el nivel adecuado de salubridad para poder deambular de una provincia a otra con ellos. Sin embargo, el coto local en el que ejerce este derecho se le ha vuelto cada vez más restringido. Por una parte, la carretera N-349 se ha convertido en un muro insorteable para sus animales. Por otra, las obras que Adif acomete para llevar la alta velocidad a Jerez los deja con un sendero de sólo tres metros de ancho por el que pasar. Y sin vallar.

«Por ahí es el único sitio por donde pueden ir. Toda la cabeza del rebaño había pasado ya, pero tres o cuatro cabras se montaron en la vía. Al pegarle la pitada todas se subieron a lo alto, porque las cabras cuando tienen miedo se juntan unas con otras». A su parecer, el desafortunado incidente -del que otro pastor de ovejas paisano se salvó por poco gracias a su ayuda- se podría haber evitado con el cierre del trazado del ferrocarril, especialmente ahora que está en obras: «Yo no sé si tenía que estar vallado o no. Eso lo sabrán las administraciones. Allí hay un cartel que pide tarjetas identificativas, pero ¿quién impide que pasen las cabras?».

«La ruina»

El saldo material del incidente ha sido la pérdida de un rebaño valorado en torno a 40.000 euros y 200 litros de leche diarios que ya no se darán. Porque las cabras que se han salvado son ahora tan jóvenes que necesitan al menos 16 meses de crecimiento para volver a dar leche.

El pastor tiene sus 378 cabras -hoy reducidas a unas 40- cubiertas por un seguro de responsabilidad civil que le exime, según él, de asumir el coste de los daños ocasionados. Ahora queda por solucionar su «ruina». «Yo no tengo la culpa. El pastor que llevaba las cabras tampoco, en cinco meses que lleva conmigo no ha pasado nada. Ha sido un accidente». Enrique ni siquiera acusa al maquinista: «Es normal que no supiera que al pitar las cabras se iban a apelotonar». Por ello, se agarra a la causa de las vallas en un espacio cada vez más agresivo para su entorno: «Esto no es el centro de Jerez, esto es Guadalcacín. Un pueblo agrícola y ganadero. En el escudo del pueblo lo deja claro».

«Establear» es lo único que le queda por hacer con los pocos ejemplares que le quedan. Y no por falta de ganas de volver a la cañada: «Me acabo de gastar 6.000 euros en pasto que se va a echar a perder».