Anegados, abnegados
Actualizado: GuardarEl temporal del jueves nos trajo una situación de emergencia insólita, Nivel 2 del Protocolo de Inundaciones. No se sabe muy bien qué significa eso -la burocracia tiene nombre para todo- pero sea lo que sea, es evidente que llegó tarde y que no sirvió para prevenir nada de lo que se supone que tenía que detectar. Sin tanto papeleo ni aparataje, los vecinos de las zonas críticas venían advirtiendo de que subía el agua, que en diciembre ya les había obligado a huir, pero fue igual que las voces bíblicas que clamaban en el desierto. Ni el eco recibieron como respuesta.
Aunque las fuerzas de la Naturaleza impongan su contundencia a la pretensión humana de controlarlas, se supone que el Estado del Bienestar se ha dotado de una serie de sistemas de alerta que evitan desastres. Hay funcionarios que cobran por eso, o para ser exactos, que les pagamos para ello. Los dispositivos, los mismos que en aquel glorioso día advirtieron de un tornado que nunca llegó, y que dio un juego inolvidable en los comentarios de lavozdigital.es, no funcionaron. Tampoco fueron correctas las decisiones respecto al desembalse, en vista de los resultados, que han sido incontestables: una catástrofe para el campo, para las carreteras, los trenes, los aeropuertos, los transportes, las viviendas, para las haciendas de un buen puñado de familias. Como siempre, los más pobres son los que más pierden, a veces todo y en general sin seguros que cubran sus bienes.
La «tormenta perfecta» se veía venir. El jueves, la Agencia de Meteorología la había anunciado, con el dato añadido de que atravesamos el invierno más lluvioso del siglo XXI y el tercero desde 1961, sólo por detrás de los años 1978 y 1995. El resto lo hizo el descontrol de la ordenación del territorio en la provincia, con viviendas irregulares en cañadas, ríos secos, lagunas... Sin la mínima urbanización, sin conducciones; la infravivienda o la ancestral debilidad del saneamiento, en el caso de Cádiz capital, junto con el constante retraso en la puesta en marcha de medidas que se anuncian, se regulan en normas y leyes, se debaten, se aprueban, se publican... Para al final quedar en nada. Fue, en este sentido, muy clamoroso el lapsus en que el parlamentario de IU Ignacio García pilló a la alcaldesa de Jerez, Pilar Sánchez, la cual, contemplando la riada, llegó a decir que «hay que realizar estudios precisos para comprobar si la situación del Guadalete tiene relación con las inundaciones». Hace un año y medio que ella misma y la Agencia Andaluza del Agua dijeron que empezarían las obras necesarias en el cauce del río para evitar desastres como éste.
Para completar el panorama de situación, el viernes puso de actualidad otro de nuestros clásicos: la N-IV entre Sevilla y Jerez volvió a ser carretera única, en vistas de que las aguas cortaron la autopista de peaje. Fue la ocasión de comprobar que tantos años, tantas promesas, tantos titulares después, el desdoblamiento de la carretera alternativa a la vía de pago sigue siendo una entelequia.
Cuestión de competencia. O más bien de incompetencia.