¿Cómo no salir multitudinariamente a la calle a favor del artículo 47 de la Constitución Española en un Cádiz eternamente varado en los partiditos, con no menos de nueve mil techos vacíos, a manos en muchos casos de una especulación jartible que alquila cuartos con derecho a cocina por 400 euros o eleva hasta el millar las hipotecas? Aquí la vivienda es un sorteo por aspersión: de 50 en 50, frente a más de 3.000 solicitudes presentadas. Así que no extraña que otros 3.000 gaditanos se hayan ido a buscar casa y trabajo a Castellón.
¿Qué ha venido ocurriendo desde entonces en una ciudad en la que el suelo es un artículo de lujo? ¿Qué ocurrirá a partir de ahora con la revisión de un Plan General de Ordenación Urbana en el que las únicas viviendas que se contemplan no se podrán llevar probable u lógicamente a cabo porque afectan al parque natural que rodea a la trimilenaria?
María Moco tiene muchos años pero buena memoria. Ella recuerda perfectamente que la última promoción de viviendas sociales propiamente dichas que vivió la capital se levantó en pleno franquismo, entre 1971 y 1975: hoy le llamamos barriada de La Paz. Ella hubiera querido que los terrenos que deje libres el actual hospital se destinaran en su integridad a viviendas y espacios públicos, pero difícilmente podrá ser así cuando las cuentas ya están echadas y la construcción del nuevo centro sanitario -en el Cádiz del Ayuntamiento impulsor y en la Andalucía imparable de la segunda modernización¯requiere que los fondos que aporte la Zona Franca para la construcción del flamante Zamacola sean amortizados por el toma y daca de 16.000 metros de uso comercial, con una reserva, eso sí, de 280 viviendas de uso libre y tan sólo 120 en régimen de protección: ¿otro sorteo a pequeños sorbos en régimen de aspersión inmobiliaria?.
A María Moco también han ido a verla los asustaviejas. Ella no entendía muy bien si venían de parte de Napoleón, de los Cien Mil Hijos de San Luis o de parte de la peste. Pero por si acaso le ha hecho un corte de mangas a todos ellos y se ha puesto a cantar algo así como con las hipotecas que imponen los fanfarrones.