El sueño de Incosol
Suponíamos que en los jardines de la clínica se encerraba el secreto de la felicidad
Actualizado: GuardarSi algún nostálgico capitalista no lo remedia, la fantasía que tantos acariciaron de pasar una semanita en Incosol se esfumará como muchas otras en el cajón de las frustraciones. Lo mismo que conseguir una mesa en El Bulli, una barrera para José Tomás, un Rolex de verdad, un bolso de Loewe, un descapotable italiano o una noche en la ópera de Milán. Durante décadas, a caballo entre el tardofranquismo y la dictadura de la 'jet set', cuando Marbella era lo más parecido a la felicidad en papel couché, la clínica de adelgazamiento y belleza simbolizó la meta del éxito, de la suerte, de la cúspide social. Los rollizos y anónimos empresarios de provincias que se gastaban un dineral en Incosol para volver a casa con el mismo peso y cara de acelga por la ingesta de purés vegetales a todas horas no salían en el 'Hola'. La imagen de Marbella y por derivación de Incosol eran las Gunillas, las Carminas, los Ortiz y otros apellidos de la tribu noctámbula siempre a punto, al filo de la medianoche, para atacar otra madrugada de libertinaje organizado.
Suponíamos desde el sillón de la peluquería que habían pasado el día tumbados en albornoz -blanco por supuesto- en los jardines de la clínica donde se encerraba el secreto de la felicidad. Aunque con los años y el bienestar socializado aquella imagen perdió su atracción sepultada en una costa atiborrada de puertos deportivos y vulgarizada por el influjo de Gil y su familia, el centro del relax marbellí conservaba la fascinación de lo que fue; de lo exclusivo aunque marchito. Como un cocido en el Lhardy o una paella en el Riscal; como una noche en el Palace, un cóctel en Chicote o una madrugada en Folies Berger. Pero como el pueblo llano se las ingenia para reproducir sus sueños en cartón piedra los pisos empezaron a anunciarse con jacuzzi; luego con gimnasio y después llegó la fiebre del spa. Cada uno deseaba reproducir su Incosol a escala y en apartamentos de 30 metros cuadrados los promotores metían como fuera una bañera con chorros a presión que disparaba la factura del agua, despertaba a todo el vecindario y llenaba de moratones la piel de los sufridos propietarios.
Es imposible encontrar en toda Europa un país con más jacuzzis, spas, termas, repartidos en gimnasios privados y públicos, en apartamentos y en colmenas de interminables adosados. Y en muy pocos países se han construido como en España polideportivos municipales con su sauna, baño turco, chorros a presión, zona fría y caliente, masaje y toda la pesca. Pero con el declive de la clínica de los millonarios en la Costa del Sol y el puñetazo de la crisis se agota también un modo de vida alicatado hasta el techo y una escala de valores tan artificiosa que al primer revés de la fortuna se ha desmoronado como un castillo de arena en Marbella.