Rodríguez Zapatero se dirige al hemiciclo ante la mirada del líder de la oposición, Mariano Rajoy, y de los diputados populares :: AFP
ESPAÑA

Combate nulo entre Zapatero y Rajoy

El líder del PP da por imposible llegar a acuerdos con el Gobierno porque «engaña a todos» El presidente se niega a adelantar las elecciones y reta al PP a una moción de censura

MADRID. Actualizado: Guardar
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Fue el Debate sobre el estado de la Nación en que menos se debatió sobre el estado de la nación. Se trató del cuerpo a cuerpo más encarnizado, hasta con ribetes de bronca personal, de los cinco que han mantenido José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy desde 2005. Como nunca habían hecho hasta ahora, bajaron a la arena electoral; el presidente del Gobierno retó al líder de la oposición a que tuviera el coraje político de presentar una moción de censura. Fue su respuesta a las tres demandas de adelanto de las elecciones que hizo el presidente del PP.

Se esperaba un cara a cara caldeado y no defraudó. Fue un duelo igualado, y aunque los estudios posteriores lo dirán, en esta ocasión Zapatero no batió a Rajoy como en anteriores confrontaciones. Es más, para los diputados del PP su líder fue el ganador, algo que no se habían atrevido a proclamar en los cuatro duelos de política general anteriores. El debate, con las excepciones alusivas al 'Estatut', descendió de las alturas ideológicas para centrarse en asuntos más de andar por casa: el futuro de la legislatura y la confianza que despierta uno y otro.

Desde el «váyase señor González» de José María Aznar en 1995, el adelanto electoral nunca había formado parte del Debate sobre el estado de la Nación. Hasta que hoy, Rajoy prescindió de testaferros y reclamó el anticipo de los comicios a cara descubierta. «Usted no está en condiciones de gobernar y lo mejor que puede hacer es disolver el Parlamento y convocar elecciones generales» porque «su tiempo está agotado y usted lo sabe». El líder de la oposición volvió a lanzar el mismo órdago en dos ocasiones más con fórmulas retóricas parecidas. Pero Rajoy planteó esta exigencia con la boca pequeña y escasa convicción porque al mismo tiempo dijo que la mejor opción para los intereses políticos del PP es que se agote la legislatura, aunque no sea lo idóneo «para los españoles» que ven que Zapatero es «un tapón» para salir de la crisis. Tampoco considero útil una crisis ministerial ya que de poco sirve «cambiar la peana si se mantiene el santo».

El jefe del Ejecutivo, también en un gesto inusual, entró al envite electoral. De entrada, negó que vaya a adelantar los comicios de 2012 porque tiene por delante la ardua tarea de remontar la crisis y poner en marcha los instrumentos para lograrlo; esto es, la reforma laboral, de las pensiones, la ley de cajas o los pactos educativo y energético, entre otros asuntos. Pero también retó a su rival a que si, de verdad, quiere acortar la legislatura tiene una herramienta en su mano, la presentación de una moción de censura. Claro que, dijo a renglón seguido, para dar ese paso, que sería «lo coherente», hay que tener «programa y valor» para defenderlo, atributos de los que, a su juicio, carece el líder de la oposición.

«Echar cohetes»

Este debate nació en otro, el de la credibilidad o de la confianza que despierta el presidente del Gobierno. Para Rajoy, nula porque «hace lo contrario de lo que dice», ofrece pactos que luego deshace y, en definitiva, «engaña a todos». Una crítica en la que coincidieron también los portavoces de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida, y PNV, Josu Erkoreka.

Zapatero recordó al presidente del PP -obvió este asunto en sus respuestas a los nacionalistas-, que la confianza se gana en las elecciones, y las de 2004 y 2008 las ganaron los socialistas, no los populares. Admitió, no obstante, que las encuestas reflejan un retroceso de la confianza de los ciudadanos en él, pero «ni que usted estuviera (en esas mismas encuestas) para echar cohetes», contraatacó en referencia a los también malos resultados que obtiene Rajoy en esos sondeos.

La crisis y las medidas para combatirla ocuparon buena parte de las intervenciones, pero sin apenas novedades porque el debate se centró en afearse unos y otros sus respectivas actuaciones. El presidente del Gobierno contrapuso su modo de actuar, en el que, dijo, priman los intereses nacionales sobre los de su partido. «Voy a tomar las decisiones que España necesite, voy a seguir ese camino cueste lo que me cueste», afirmó en medio del delirio de los diputados socialistas y la rechifla de los populares. Para el líder de la oposición, ése no fue más que un comentario grandilocuente con palabras huecas porque lo que en realidad ocurre es que el presidente del Gobierno actúa al dictado de otros agentes internacionales.

El 'Estatut'

Como se esperaba el 'Estatut' y la sentencia del Tribunal Constitucional deparó algunos de los momentos más ásperos del día. No sólo entre Zapatero y Duran, sino también con Rajoy. El líder del PP pasó de puntillas por el recurso de su partido contra el marco de autogobierno catalán porque «hay que mirar al futuro», pero el jefe del Ejecutivo recordó al partido opositor que no podía decir ahora «pelillos a la mar» después de impulsar el recurso y haber organizado una campaña de firma en España contra el 'Estatut' porque «se iba a romper España».

El portavoz de CiU fue rotundo en su discurso y aseguró que la sentencia ha sido para Cataluña «el acto más separador (de España) en 35 de años». Duran aderezó el aserto con todo tipo de críticas al Constitucional y al Ejecutivo por desentenderse del fallo y no tomar cartas en el asunto. El presidente del Gobierno trató de templar gaitas, admitió que es comprensible «la inquietud» de las fuerzas políticas catalanas por el hecho de que una ley refrendada en referéndum haya sido revocada en parte por un tribunal, pero sobre todo intentó reconstruir los puentes con CiU con la vista puesta más allá de las elecciones catalanas de otoño. Un intento, en apariencia, fallido. «Se acabó de esperar de CiU lo mismo que en el pasado», sentenció el portavoz nacionalista.

No le fue mejor con los nacionalistas vascos, que pusieron sobre la mesa una relación de lo que, en su opinión, son incumplimientos del Gobierno con el autogobierno del País Vasco y los pactos presupuestarios. Erkoreka se declaró «decepcionado» se tomó «a beneficio de inventario» las buenas palabras pactistas que ofreció Zapatero. Mas el PNV no cerró la puerta a futuros acuerdos, si bien apenas dejó una rendija. El presidente del Gobierno, en definitiva, acabó la primera jornada del Debate sobre el estado de la Nación con la misma soledad con la que empezó.