Sociedad

LA NOCHE, LA OCASIÓN

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Aprovechando que los villancicos cantaban eso, tan confortador, de «¿venida es, venida, al mundo la Vida?», el Gobierno ha subido las tarifas domésticas de la luz un 2,64%. Más prudente se ha mostrado con la elevación de los precios del gas, que se van a congelar, acordes con los fríos tiempos que corren y que no paran. Quizá no sea inconveniente decir que el incremento aprobado casi clandestinamente durante esta tradicional fecha es mucho menor que el que se esperaba, aunque parece que triplica la horrorosa inflación prevista para este año. ¡Feliz año negro!, debieran escribir en sus felicitaciones todos los eventuales señores gobernantes. Cuando las cosas van mal a lo único que podemos aspirar es a que ellos no vayan peor que las cosas.

Como sabe todo el mundo, las Navidades se pasan sin sentir y sintiendo la pérdida de esas pocas personas que perdimos, o sea de los muertos que se nos siguen muriendo todos los días. Entre otros consuelos más o menos estables, nos ofrecen un cierto estímulo para continuar vivos: también ellos tuvieron valor para seguir al pie del cañón, aunque ya sabían que el cañón era una ratonera y que además tenía una puntería infalible. Un cañón cargado con municiones de paciencia.

La que no ha tenido paciencia es esa impetuosa beata que por poco aplasta a su Santidad. No sólo quería abrazarle, sino desenvolverle, como si fuera un chocolatín de oro. Inconvenientes de las apariencias, que engañan en primer lugar a los que se llaman a engaño. Habría que tener más cuidado no sólo con los enemigos, sino con los entusiastas. Después de romperle la cara a Berlusconi, han estado a punto de romperle varias costillas al Papa. También hay crisis de guardaespaldas.