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Aviso a los parados: hay que encerrarse en las iglesias

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A partir de ahora, todo parado que quiera un trabajo, le aconsejo que corte el tráfico, se ponga en la puerta del Ayuntamiento con bocinas y se encierre en una iglesia amenazando con una huelga de hambre. Encuentra trabajo seguro. Lo siento, pero me parece de vergüenza lo que han hecho las Administraciones, tanto Junta de Andalucía, Ayuntamiento y Diputación, con los parados encerrados en Santo Domingo, creando un precedente al que más de uno se va a apuntar a partir de ahora.

Entiendo la situación de esas personas que durante días han estado reclamando un puesto de trabajo (aunque de los 35 estoy segura que no todos van a cumplir horario y productividad en la Escuela Taller con el sueldo que les han ofrecido), pero no creo que sea lo justo para el resto de personas que desde hace meses, en muchos casos años, engrosan las listas de parados de nuestra ciudad. El que más o el que menos tiene un familiar cercano en desempleo, esperando, como todo hijo de vecino, que le llamen de las listas del Servicio Andaluz de Empleo, donde sella cada mes su tarjeta del paro mientras ve que no tiene ni un euro en el bolsillo para el autobús. Muchos de ellos son personas que se sacrificaron para montar un negocio, revitalizando la economía de la ciudad con el pago de sus impuestos y empeñándose hasta las cejas en bancos o cajas que durante un tiempo han dado rienda suelta a préstamos con altos intereses, sin advertir de la que podía venirse encima.

La mayoría eran autónomos que han tenido que cerrar sus comercios y que ahora se ven ahogados por las deudas sin ni siquiera tener derecho a cobrar el paro. Personas con familias que mantener en cuyas casas ahora no entra ni un solo euro, incapaces de cortar el tráfico y ponerse delante del Ayuntamiento con bocinas molestando al resto de los trabajadores de su ciudad, y que sólo acuden a las iglesias para rezar, confiando en que ese dios en el que creen, porque los curas así se lo enseñaron, les echará una mano desde allá arriba. Pero no. A las iglesias ya no hay que ir a hacer oraciones para que tus hijos, padres, hermanos, familiares o amigos desesperados encuentren trabajo, hay que ir a encerrarse, a formar el taco como se dice aquí. Seguro que ahí los políticos te hacen caso, hay foto segura en la prensa y eso pesa mucho y hace incluso que, administraciones de distinto color político, se rindan ante la amenaza de una huelga de hambre. Ellos, cuando ven una cámara, parecen olvidar que hay quien hace esa huelga de hambre en su casa, en silencio y sin molestar a quienes por suerte conservan aún su trabajo.

LOS OTROS DESEMPLEADOS

Hay también en esas listas de parados gente joven, universitarios con carreras que han restado horas a su tiempo de ocio para terminar sus estudios con la ilusión de encontrar un trabajo que no llega. Hay personas que después de años de dedicación en grandes empresas de la Bahía se ven en la calle, sin la suerte de cobrar una indemnización como los de Delphi, que han sido más privilegiados que ellos sin que nadie se atreva a explicarles el por qué. Hay padres de familia que lloran en silencio porque ven que se les agota el paro y que nadie les ofrece un trabajo porque ya pasan de los cuarenta. Hay mujeres desesperadas porque viven cada día un desconsuelo cuando sus hijos les piden unos euros para salir con los amigos. Ellas lo único que tienen es la esperanza de que las llamen de esas malditas listas, para no tener que decirles a sus niños que el monedero está vacío y quedarse en casa pensando que los adolescentes buscarán el dinero por otro lado, no tan legal, como ellas suponían que eran las listas del Servicio Andaluz de Empleo.

Hay gente encerrada en sus casas estudiando durante largos meses una oposición para acceder a las administraciones que luego regalan trabajo a quienes amenazan con ponerse en huelga de hambre. Hay también muchas otras historias rotas por la impotencia de no saber qué hacer, dónde acudir, con quién hablar, para poder levantarse cada día sin tener que bajar la mirada cuando su mujer le recuerda que desde hace meses no se paga la hipoteca y que el teléfono no para de sonar reclamando las deudas. Los bancos y cajas no tienen corazón, sólo números. Pero los políticos no deben olvidar que detrás de los nombres y apellidos que engrosan las listas del paro hay personas que esperan su turno. Pero de nada vale, a todos ellos les recomiendo que, si tienen la esperanza de encontrar un trabajo, se encierren en las iglesias.