Políticos de derecha e izquierda ofrecen sus servicios a Macron

Ex primeros ministros como el socialista Valls y el conservador Villepin, entre la veintena de aspirantes a «colaborar» con el nuevo presidente de la República francesa

Macron y Valls en abril de 2015, cuando formaban parte del equipo gubernamental de Hollande Afp

Juan Pedro Quiñonero

Una veintena larga de primeros ministros y exministros de centro, derecha e izquierda (socialista y comunista), están pidiendo audiencia a Emmanuel Macron , presidente electo, para ofrecerle sus servicios más o menos incondicionales, cuando el nuevo presidente de Francia se propone comenzar su mandato con un rosario de «decretazos».

Antes de ser elegido presidente, Macron ya contaba con el apoyo de comunistas reconvertidos al reformismo ( Robert Hue ), ecologistas libertarios en otro tiempo antisistema ( Daniel Cohn-Bendit ), ex primeros ministros muy conservadores ( Dominique Villepin ), ex jefes de gobierno socialistas caídos en desgracia ( Manuel Valls ), ex ministros de Justicia conservadores ( Dominique Perben ), exministras de justicia socialistas ( Christiane Taubira ), antiguos consejeros íntimos del presidente socialista François Mitterrand ( Jacques Attali ), consejeros íntimos de un presidente de derechas, Chirac ( Philippe Douste-Blazy ), esposas de un presidente socialista ( Ségolène Royal ), presidentas de la patronal más conservadora ( Laurence Parisot )… Y conste que esta es una relación muy restrictiva.

Ahora la relación de exministros, antiguos primeros ministros, consejeros, «intelectuales», animadores de televisión y grandes empresarios que han ofrecido sus servicios a Macron, de la manera más llamativa y perentoria, crece de manera espectacular.

A la izquierda, Manuel Valls, ex primer ministro cuando el propio Macron era ministro de Economía, fue el primero en «ofrecerse», dejando caer la «necesidad imperiosa» de «colaborar» con Macron. Este recogió el guante, con una respuesta envenenada: quienes deseen colaborar o integrarse en su nueva mayoría presidencial deberán «abandonar» antes sus familias políticas de origen. Es decir, Valls tendría que abandonar de facto el PS . No está claro qué puesto ofrecería el nuevo presidente a su antiguo rival en el gobierno de François Hollande .

En la izquierda reformista, Bertrand Delanoë , exalcalde de París, fue uno de los primeros socialistas en pedir el voto para Macron, denunciando el sectarismo de una parte del «aparato» socialista. Espera ser «recompensado».

Ségolène Royal busca cargo

A la izquierda igualmente, Ségolène Royal repite desde hace semanas a quien quiere oírla que ella fue en su día la promotora de la «refundación política» de Francia que hoy encarna Macron. Hace meses que Ségolène ha intentado convencer al padre de sus cuatro hijos, François Hollande, de ofrecerle un «nombramiento internacional». En vano. Hollande conoce demasiado bien a su ex para embarcarse en «promociones» de última hora. Fallidos los conciliábulos con el presidente saliente, Ségolène ha ofrecido sus servicios al presidente entrante.

En la derecha reformista, Nathalie Kosciusko-Morizet , exministra de Sarkozy, evoca con respeto la posibilidad de un «diálogo de fondo» con el nuevo presidente.

En la derecha tradicional, Bruno Le Maire , exministro de Nicolas Sarkozy, candidato eliminado en las primarias del centro y la derecha, se declara «dispuesto» a colaborar con Macron. «En nombre de los intereses superiores de la nación», claro está.

A la derecha también, Jean-Louis Borloo , ex ministro de Nicolas Sarkozy, anunció «solemnemente» su deseo de «colaborar» con todas sus fuerzas con Macron, insinuando que, con él, otros amigos centristas «estarían dispuestos» a integrarse en la todavía mal conocida y futura mayoría presidencial.

Más a la derecha si cabe, Dominique Villepin , ex primer ministro de Chirac, recalca que «admira» la «modernidad» del proyecto presidencial de Macron. En el lenguaje coloquial de Villepin, se trata de una manera tirando a servil de «ofrecer sus servicios».

Macron y su guardia pretoriana –Richard Ferrand, secretario general del partido presidencial, ¡En Marcha!; François Bayrou, ex ministro de Chirac, el gran aliado centrista; Jean-Yves Le Drian, ministro de Defensa de Hollande; Gérard Collomb, alcalde de Lyon, socialista próximo a Manuel Valls, y Anne-Marie Idrac, gran empresaria y exministra de Chirac, contemplan esas y muchas otras genuflexiones palaciegas con callada ironía distante.

Sin duda, algunos serán «recompensados» y pudieran integrarse en el primer equipo gubernamental de Macron la semana que viene.

Pero más allá de este baile de nombres, Macron anunció que sus primeras reformas pudieran realizarse con «decretazos» , recurriendo al artículo 43 de la Constitución, que permite aprobar un proyecto de ley sin debate parlamentario. Gobiernos de izquierda y derecha han recurrido al «decretazo» para imponer sus reformas a paso de carga. La novedad sería que recurriera a tal recurso estratégico durante los primeros cien días de su mandato.

Tras la experiencia catastrófica de la reforma laboral de la pareja Hollande-Valls, que Macron vivió en primera línea como ministro de economía, el nuevo presidente podría recurrir a «decretazos» en terrenos tan sensibles como el mercado de trabajo, las nuevas relaciones entre las empresas y los trabajadores y la «moralización» de la vida pública nacional.

«Moralizar» la vida pública

En su libro «Revolución», best seller nacional, Macron esbozó hace meses su credo económico liberal , atemperado con «nuevos derechos y nuevas protecciones». Se resume en esta legendaria frase de François Guizot, uno de los patriarcas del liberalismo a la francesa: «¡Enriqueceos!». Cuando un joven de los suburbios le reprochó a voz en grito que usaba trajes de alta costura a 3.000 euros la pieza, Macron le replicó: «Hay que trabajar para poder usar estos trajes».

Tras la catastrófica aventura electoral de los empleos ficticios de los que se benefició la esposa de François Fillon, precipitando la derrota del candidato conservador, Macron ha prometido varios decretos destinados a «moralizar la vida pública nacional». Se trata de una promesa poco costosa y «eficaz», que no compromete a gran cosa, pero señala con un dedo acusador a Marine Le Pen, perseguida judicialmente por los empleos ficticios de miembros de su equipo, pagados con dinero del Parlamento Europeo.

Ante la fabulosa algarabía que cubre con su polución las amenazantes nubes del nuevo paisaje político, Emmanuel Macron baraja en silencio muy distintas cartas. Dejando que los aspirantes de izquierda y derecha llamen a las puertas de su guardia pretoriana.

Elaborando con hermética discreción el equipo que deberá entrar en el Elíseo para tomar el control de los resortes del poder. Para preparar el paso siguiente: el nombramiento de un primer ministro o primera ministra que pudiera ser una sorpresa. «Tengo su nombre en la cabeza» , declaró Macron un día antes de su elección. Agregando: «Pero nadie conoce mi decisión». «Elucubraciones, las justas; por favor».

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