Merkel planta cara al sector disidente de la CDU
La polémica por la inmigración será protagonista del congreso del partido de la canciller que comienza hoy

El hecho de que la revista Time haya nombrado a Merkel personaje del año e incluso la haya condecorado con el título de «canciller del mundo libre» no va a ponerle más fáciles las cosas en el congreso anual que su partido celebra a partir de hoy en Karlsuhe. Poderosas familias de la Unión Cristianodemócrata que nunca sintieron a Merkel como una de los suyos y que consideran que la crisis de los refugiados es la grieta en su autoridad que llevaban tiempo esperando, han lanzado a sus más destacados representantes a la persecución de la presa herida. Pero Merkel no se rinde fácilmente y también recaba apoyos significativos.
«No está en juego su cargo, pero sí está en juego su autoridad», explica un miembro de la directiva de la CDU que alega que Merkel está actuando «de espaldas a su partido y a la sociedad». Casi dos tercios de los alemanes están a favor de fijar un límite máximo de refugiados , según el último sondeo de Emnid, el 62%. Entre los votantes de la CDU/CSU, el 55% desea ese límite, frente a un 45% que lo considera un error. Pero la canciller se ha situado inamoviblemente en contra de la palabra «límite» e insiste con tozudez en el concepto «reducción» del flujo de refugiados. «Los límites máximos son unilaterales y estáticos, dificultan todo lo que queremos lograr. Decirlo claramente es para mí una cuestión de honestidad y credibilidad», declaraba ayer en una entrevista previa al congreso. Y en torno a esos dos vocablos se han ido agrupando en las últimas horas los pilares de apoyo de Merkel y los arietes dispuestos a derribarla.
Uno de sus apoyos más sólidos y de mayor peso en la CDU es el ministro de Finanzas, Schäulble , que en un acto del partido en Ulm ha declarado que «por supuesto que tiene que reducirse el flujo de entradas» y se ha referido, en la más pura línea Merkel, que lo más urgente es implicar a más países europeos en el cumplimiento de las cuotas de acogida.
Los frentes
También el secretario general de la CDU, Peter Tauber , ha flanqueado a Merkel argumentando que «no vamos a alimentar la ilusión de que el problema se solucionaría con un límite máximo. Semejante propuesta debe ser explicada hasta el final de sus consecuencias. Si por ejemplo alguien propone el límite de 400.000, tiene que explicar también qué piensa hacer con los otros 400.000 que según nuestra Constitución tienen derecho a recibir asilo en nuestro país». Y por supuesto permanece fiel a Merkel su disciplinada ministra de Defensa, Ursula von der Leyen , volcada en la misión militar de apoyo a la coalición internacional contra Estado Islámico en Siria.
En el lado contrario, capitalizando el desafecto hacia la canciller, destaca curiosamente quien unos meses atrás era su hombre de confianza, el ministro de Interior Thomas de Maizière . Desde su ministerio se han estado contradiciendo abiertamente decisiones de Merkel como la concesión automática de asilo a los ciudadanos sirios incluso sin haber cumplido con el requisito legal de ser registrados y solicitar asilo en el primer país Schengen al que llegaron. Como respuesta a su actitud, de Maizière ha sido retirado de la gestión de la crisis de los refugiados, que ha pasado a depender directamente de la oficina de Merkel y está ahora en manos del ministro de Cancillería, Peter Altmeier.
De Maizière, airado, llegó a abandonar Berlín en los más críticos momentos de la crisis y marcharse de vacaciones al hotel Sa Pedrisa de Deia, una antigua finca del siglo XVIII convertida en casa rural de lujo en Mallorca. Su enfrentamiento con Merkel le ha proporcionado cierto perfil de sustituto y ha dado alas a la resistencia, inapreciable hasta el momento entre otros motivos porque la CDU carece de recambio. Al rebufo de De Maiziére, figuran barones regionales y alcaldes que se ven obligados a gestionar en el día a día de su despacho cifras inasumibles de refugiados y que, absolutamente ajenos a lo que pueda pensar la revista Time, temen las consecuencias electorales que pueda tener esta crisis en sus circunscripciones.
Será un congreso más controvertido que el de hace un año, aunque posiblemente Merkel resista el embate. El problema político de mayor envergadura al que se enfrenta no está en el congreso, sino en la calle . Su política de refugiados alimenta el caladero social en el que se ceba la extrema derecha. El partido xenófobo y anti europeo Alternativa para Alemania (AfD) obtiene ya hasta un 16% en intención de voto en los Bundesländer orientales. La extrema derecha se hace presente en las calles alemanas con una soltura y una violencia inéditas desde la II Guerra Mundial, como ocurrió ayer en el centro de Leipzig. Y este sí es un fracaso en toda regla para Merkel.