Cristina Kirchner encuentra refugio frente a la Justicia al jurar su escaño en el Senado
Investigada por traición a la patria, entre otros delitos, su incorporación a la Cámara Alta abre una nueva grieta en el bloque del Frente para la Victoria
Tres expresidentes juraban y tomaban posesión este miércoles de su escaño en el Senado. Dos hombres, Carlos Menem y Adolfo Rodríguez Saa , y una mujer, Cristina Fernández , viuda de Néstor Kirchner . Todos polémicos, pero ninguno como la última. Las miradas estaban puestas en ella, por fin, con el objetivo cumplido de encontrar refugio frente a la Justicia en la Cámara Alta.
Cristina, como la siguen llamando sus leales, llegó blindada por su escolta, pero sin la compañía de sus hijos. Ni el diputado Máximo Kirchner ni su hermana Florencia (procesados como su madre) fueron testigos del momento en que la expresidenta pronunciaba el histórico «Sí, juro». Lo hizo por «la patria, por Dios y estos santos Evangelios» y se comprometió, de acuerdo a la fórmula elegida, «a desempeñar debidamente el cargo de senadora». Como advirtió en el ritual la vicepresidenta y titular del Senado, Gabriela Michetti: «Y si así no lo hiciereis, Dios y la patria os lo demanden». Curioso episodio en la vida de la actual senadora investigada por, entre otros delitos, el de traición a la patria , con sus bienes y pensión embargada y sus principales hombres de Estado de confianza en la cárcel por corruptos.
La incorporación de la viuda de Kirchner al Senado, como no podía de ser de otro modo, supone un nuevo quiebre en el bloque del Frente para la Victoria que la llevó a ella y a su difunto marido a la Casa Rosada. Fuera del poder, el grupo se dividió y ahora, con ella dentro del hemiciclo, una nueva ruptura está anunciada.
El peronismo marca distancias
El peronismo, al que pertenece y que mantuvo durante la última década subordinado a sus deseos, ya no la reconoce como líder. El jefe del bloque, el senador Miguel Ángel Pichetto , antes cumplidor al pie de la letra de sus órdenes, ahora promete mantenerse lejos de ella. Lo mismo sucede con buena parte del resto de los senadores. La excepción son los «ultra K», un número que resta por concretar, pero se conocerá con certeza en los próximos días.
Acostumbrada al «coro de aplaudidores», expresión popular para ilustrar el público que la seguía en sus intervenciones cuando su palabra era ley, la senadora recibió en la ceremonia algunas voces de aliento: «¡Vamos jefa!, Cristina», poca cosa comparada con lo que estaba acostumbrada. No tener poder es lo que tiene.
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