Combatir el yihadismo, el fracaso estadounidense tras el 11-S

Los atentados de 2001 conmocionaron al mundo y despertaron las alarmas occidentales sobre los riesgos del terrorismo, pero los resultados por combatirlo han sido débiles

Combatir el yihadismo, el fracaso estadounidense tras el 11-S efe

silvia nieto

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 conmocionaron al mundo y despertaron las alarmas occidentales sobre los riesgos del terrorismo islamista. La Administración de George W. Bush reaccionó a los ataques emprendiendo la «guerra total» contra las organizaciones yihadistas. Estados Unidos encabezó acciones militares contra Afganistán en 2001, una intervención pensada para derrocar a los talibanes, y contra Irak en 2003, para arrebatar a Sadam Husein las riendas del país árabe. Sin embargo, ninguna de las campañas supuso un éxito: ambos territorios sufren todavía los estragos causados por grupos violentos y su estabilidad política es más que cuestionable.

Las acciones bélicas de Estados Unidos no acabaron con el terrorismo. La situación que padecen actualmente Siria e Irak, donde Estado Islámico lucha por afianzar su autoproclamado califato, prueba esta realidad. El drama de los refugiados que huuyen del conflicto abierto en ambos países muestra el rostro más dramático y humano del fracaso en las campañas emprendidas . Los grupos yihadistas, además del ejemplo citado, se han reproducido o han afianzado su poder: Al Qaida, aunque debilitada, persiste en sus ataques. Los talibanes atentan periódicamente en Afganistán. Al Nusra surgió con el estallido del conflicto sirio, abierto en 2011. Y Boko Haram, en Nigeria, siembra el caos.

La práctica radical de la fe musulmana suní acompaña a la violencia que practican los grupos terroristas citados. El antisionismo también nutre su ideología, además de su deseo por imponer la «Sharía» o ley islámica en los territorios que controlan . Su objetivo final consiste en implantar una visión integrista de la sociedad que acapara todos los ámbitos de la vida de quienes caen bajo su control. En casos como Estado Islámico, la amenaza resulta más severa. El origen de su financiación resulta inquietante, pero también la violencia que practican contra los que considera enemigos: chiíes, kurdos, periodistas o árabes que les planten cara, como el piloto jordano brutalmente quemado vivo en febrero de este año.

Tras los fracasos de Afganistán e Irak, la Admnistración Obama planteó su política exterior con prudencia. Estados Unidos lidera desde septiembre la coalición internacional encargada de bombardear a Estado Islámico, aunque una intervención terrestre, como en el pasado, resulta improbable por el momento. Catorce años más tarde, la amenaza del yihadismo perdura en el mundo .

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