China luce músculo militar en el desfile por la victoria sobre Japón en la II Guerra Mundial
Unos 12.000 soldados marchan por el centro de Pekín acompañados por los últimos modelos de tanques y misiles
Con su mayor desfile militar hasta la fecha, China ha conmemorado este jueves el 70 aniversario de su victoria sobre Japón en la II Guerra Mundial , que firmó su rendición el 2 de septiembre de 1945 tras las bombas atómicas lanzadas el mes anterior por Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki . Dicha capitulación puso fin a 14 años de ocupación nipona en China . Una lucha que «fue una batalla decisiva entre la justicia y el mal, entre la luz y la oscuridad, entre el progreso y lo reaccionario», aseguró el presidente chino, Xi Jinping, en un discurso pronunciado desde la tribuna sobre el retrato de Mao en plena plaza de Tiananmen , que da acceso a la Ciudad Prohibida.
Por este emblemático lugar, que en 1989 fue escenario de las protestas pro-democráticas de los estudiantes que fueron aplastadas a tiros por el Ejército, volvieron a desfilar unos 10.000 soldados chinos y más de un millar de militares extranjeros procedentes de 17 países. Haciendo gala de su nueva condición como superpotencia, el autoritario régimen de Pekín lució músculo militar y mostró 500 vehículos armados y 200 aviones y helicópteros , que abrieron el desfile con una formación dibujando el número 70 en el cielo, especialmente azul por el cierre temporal de fábricas y los cortes de tráfico para reducir la contaminación. Con el 84% de este armamento totalmente nuevo , destacaron los tanques ZTZ-99A, el carro blindado ZBD4A, el bombardero estratégico de rango medio H-6K y el helicóptero de combate ChangheZ-19.
Además, por la plaza circularon todo tipo de misiles, desde los más pequeños hasta los intercontinentales con capacidad nuclear pasando por los Dongfeng-21D , que en teoría pueden hundir un portaaviones y son una amenaza para la flota de Estados Unidos en el Pacífico en caso de conflicto con Taiwán.
A pesar de esta demostración de fuerza, el presidente Xi Jinping insistió en el ascenso pacífico de China y aseguró que su país «nunca buscará la hegemonía ni la expansión». Para ello, prometió que reducirá 300.000 de los 2,3 millones de soldados con que cuenta el Ejército Popular de Liberación. De igual modo, Xi insistió que China tampoco «infligirá sus sufrimientos del pasado a otras naciones» porque, de los 100 millones de bajas militares y civiles que dejó la II Guerra Mundial, 35 millones cayeron en China y otros 27 en Rusia, cuyo presidente, Vladimir Putin , fue precisamente el mandatario más poderoso presente en el desfile de Pekín.
Junto a él, asistieron una treintena de jefes de Estado de naciones aliadas como el presidente de Pakistán, Mamnoon Hussain ; el de Sudáfrica, Jacob Zuma ; y el de Egipto, Abdel Fattha El Sisi . Además, acudieron otras personalidades de escasas convicciones democráticas como el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro ; el de Bielorrusia, Alexander Lukashenko , que estuvo acompañado por su hijo pequeño; y el de Sudán, Omar al-Bashir, buscado por el Tribunal Penal Internacional por genocidio y crímenes de guerra en su país.
Por parte de las democracias occidentales todo fueron ausencias, ya que solo participaron el presidente de la República Checa, Milos Zeman , y la presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye . El resto envió a sus embajadores y, solo en el caso de Francia e Italia, a sus ministros de Exteriores. A título personal asistieron el ex primer ministro británico, Tony Blair, y el de Japón, Tomoiichi Murayama, quien en 1995 pronunció la declaración más sincera de disculpas por el pasado belicista de su país, que no envió a nadie por el evidente tono anti-nipón del desfile.
Con esta parada, el régimen chino vuelve a explotar su creciente nacionalismo y atribuye al Partido Comunista la totalidad de la victoria sobre los japoneses, olvidando al Gobierno del Kuomintang que dirigía el «Generalísimo» Chiang Kai-shek, derrotado luego por Mao Zedong en la guerra civil que concluyó con su huida a Taiwán. Y, de paso, China enseña los dientes a Tokio mientras continúa su auge como superpotencia y arrecian las disputas territoriales con todos sus vecinos.
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