Túnez contraataca con una redada masiva en el entorno del yihadista de Susa
Agentes de Scotland Yard colaboran con la Policía tunecina; el número de turistas británicos asesinados sube a 30
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La democracia tunecina busca culpables tras el golpe brutal de Estado Islámico en Susa . Ayer, el ministro del Interior, Nayam al Gharzali , anunció la detención de «un número significativo de personas» en el entorno de Saifedin Rizgui, el joven de 23 años que el pasado viernes asesinó a 39 personas en un hotel regido por una cadena española antes de ser abatido por la Policía.
Se trata de una ola de arrestos entre los amigos del joven de la que el Gobierno no dio más detalles y que se desarrolló al menos en la ciudad de Kairuán , donde estudiaba el terrorista. El ministro se limitó a explicar que se trata de presuntos integrantes de la «red criminal que estaba detrás» del atentado. Gharzali confirmó que Rizgui mató en solitario , pero se investiga cómo consiguió el arma homicida, un fusil Kalashnikov, y si recibió entrenamiento militar en la vecina Libia, pasto de milicias enfrentadas desde la caída de Gadafi.
En Kairuán, enclave de especial significación del islam tunecino, dicen sus familiares que se radicalizó el antes inofensivo Rizgui. En esta ciudad ubican además una gran reunión del grupo extremista Ansar al Sharia los servicios de seguridad tunecinos, que trabajan sobre el terreno con la colaboración de especialistas llegados de los países europeos más afectados por la carnicería de Rizgui, la mayoría agentes de Scotland Yard.
Las autoridades tunecinas buscan una respuesta rápida que alivie la preocupación general en la que se ha sumido el país tras una matanza que ha sido noticia global y que ha puesto contra las cuerdas la principal actividad económica, el turismo que riegan los visitantes del otro lado del Mediterráneo. Aunque se han alzado voces críticas contra la supuesta inocencia con que las autoridades del Túnez democrático han gestionado la amenaza de EI, en el clima político predomina el cierre de filas con el presidente Essebsi y la condena unánime del fanatismo integrista.
En el mismo lugar del crimen, un agente de seguridad de los primeros en llegar y plantar cara a Rizgi no dudaba en hablar con los periodistas extranjeros del «enorme fallo de seguridad» . Sin embargo, los islamistas del partido Enahda, que en el pasado sostuvieron agrias polémicas con Essebsi, han mostrado su apoyo a las medidas de excepción adoptadas.
Como parte de ellas, un millar de militares han sido desplegados en las idílicas playas del país. En Susa, junto a las espaldas achicharradas de los europeos del norte que no han sucumbido al pánico y se han quedado, agentes a caballo armados con ametralladoras patrullaban sobre la arena.
Sobre esa misma arena, por la mañana depositaron flores en homenaje a las víctimas de la masacre los ministros del Interior de Reino Unido, Theresa May ; de Francia, Bernard Cazeneuve ; y de Alemania, Thomas de Maizière . Dirigiéndose a ellos, su homólogo tunecino recalcó que «somos amigos contra un enemigo común». Junto a él, la británica Theresa May describió la acción de Rizgui como «un acto despreciable de cruelda». Son los servicios consulares británicos los que más trabajo tienen estos días, ya que de las 39 víctimas mortales del ataque, 30 eran de esa nacionalidad y ayer aún no se había completado la identificación y repatriación de los cadáveres. Londres estima que 10.000 turistas británicos han regresado por anticipado de sus vacaciones en el país magrebí.
Cierre de mezquitas
Este flujo supone una sangría económica para Túnez que el Gobierno busca atajar con el despliegue masivo de efectivos policiales ordenado, que en los próximos días incluirá la presencia de agentes armados incluso en el interior de los complejos hoteleros más relevantes . Hosni Slim, un joven diplomado que se gana la vida como animador en un hotel cercano al del atentado, responde de manera elocuente a la pregunta de si teme perder su empleo por la caída de visitantes: “Lo que todos tememos es el futuro de Túnez".
Pero mientra el odio del califato terrorista se extiende muy rápido desde su base en el corazón de Siria, la respuesta del régimen democrático surgido de la caída de Ben Alí en 2011, —el primer brote de la Primavera Árabe— no llega a la misma velocidad. El cierre de las mezquitas sospechosas de alentar el extremismo anunciado por el ministro Habib Essid no comenzará hasta la semana que viene y la puesta en marcha de gran parte del operativo sigue pendiente. Por otra parte, ya hay voces que alertan de que el veneno de visiones pervertidas del islam no podrá neutralizarse con golpes de efecto. Elyes Dardour, imán de la mezquita de Susa, advierte de que «si cierras 80 mezquitas, esos imanes seguirán haciendo lo mismo en otros doscientos oratorios fuera de control».