La relación con la Unión Europea enfrenta a los gobiernos de Brasil y Argentina
Dilma Rousseff estaría dispuesta a firmar un tratado de libre comercio Mercosur-UE sin el aval de Cristina Kirchner
Los Gobiernos de Brasil y Uruguay han acordado acelerar las negociaciones con la Unión Europea para la firma de un tratado de libre comercio (TLC) con el Mercosur, un proyecto que es resistido por el Gobierno argentino de Cristina Fernández de Kirchner y que se encuentra estancado desde 1999 por las diferencias de criterio entre los socios del bloque comercial sudamericano. La novedad es que, por primera vez, Brasilia estaría dispuesta a apoyar la propuesta uruguaya de una negociación «a dos velocidades», lo que permitiría avanzar con el acuerdo sin el aval de Argentina.
Los diálogos entre las delegaciones de la UE y el Mercosur tendrán lugar en el marco de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Unión Europea que se celebra este miércoles en Bruselas. Rousseff dirá presente en la capital belga. Kirchner, en cambio, no asistirá a la cumbre, pese a que ha pasado los últimos tres días en Europa, donde visitó al Papa Francisco, participó en un evento de la FAO y recorrió la Expo Milán. Su «faltazo» es todo un síntoma de las diferencias que separan a los Gobiernos argentino y brasileño en torno a la cuestión del TLC con la UE.
La postura común de Brasil y Uruguay –a la que se acoplaría además Paraguay, el cuarto socio de la unión aduanera sudamericana– comenzó a tomar forma el pasado 21 de mayo, cuando Rousseff y su par uruguayo, Tabaré Vázquez , se reunieron en el Palacio de Planalto en Brasilia para conversar sobre los desafíos del Mercosur. Tras ese encuentro, las declaraciones de Vázquez sobre las negociaciones con la UE fueron taxativas: «Negociaremos bloque a bloque contemplando una flexibilización, es decir que los países que estamos prontos para ir a ese acuerdo lo hagamos, y que los países que consideren que necesitan un tiempo más para avanzar que se queden en esa situación y cuando estén en condiciones de avanzar que lo hagan de la misma manera que lo podemos hacer Brasil y Uruguay».
Pero lo novedoso no fueron las definiciones de Vázquez, sino las de Rousseff, que por primera vez se mostró públicamente en sintonía con su par uruguayo. «Como dijo el presidente Vázquez, el Mercosur tiene siempre que adaptarse a las nuevas circunstancias –manifestó la mandataria brasileña–. No podemos quedarnos quietos, necesitamos mejorar, avanzar cada vez más. Nuestra prioridad en la agenda externa es hacer este año el acuerdo con la Unión Europea».
Pocos días después, el canciller uruguayo, Rodolfo Nin Novoa, precisó mejor la idea que se maneja a nivel oficial en Montevideo y Brasilia: sugirió que el TLC se puede firmar «con distintas velocidades» si Argentina plantea «moratorias de un par de años para la entrada en vigencia del tratado». Esa posibilidad implicaría revisar los términos de la llamada Decisión 32/2000, adoptada hace quince años por los miembros del Mercosur y según la cual todo acuerdo comercial del bloque debería ser negociado en forma conjunta.
Ante las crecientes presiones de Uruguay y sobre todo de Brasil, el canciller argentino, Héctor Timerman, aseguró una semana después del encuentro entre Rousseff y Vázquez que los socios del Mercosur llevarían una postura conjunta a la cumbre en Bruselas. «El camino elegido por todos los miembros del Mercosur (para el diálogo con la UE) es el de las negociaciones únicas conjuntas, para presentar una oferta única que sea en beneficio del desarrollo de nuestros países», aseveró Timerman durante una rueda de prensa en Buenos Aires en la que estuvo acompañado por su par brasileño, Mauro Vieira, y por el ministro brasileño de Desarrollo, Industria y Comercio, Armando Monteiro Neto.
No obstante, las tajantes declaraciones del canciller argentino contrastan con las definiciones públicas de altos funcionarios brasileños en la previa a la cumbre Celac-UE. El propio Monteiro advirtió el pasado lunes durante un seminario en Río de Janeiro que «el Mercosur no puede constituirse en una traba a la posibilidad de que Brasil busque una forma de inserción en otros bloques económicos». Monteiro fue aún más allá que su jefa Rousseff al agregar que «Brasil puede, de alguna forma, avanzar incluso con las limitaciones impuestas por el Mercosur; nuestro casamiento (con el bloque sudamericano) es indisoluble, pero siempre es importante discutir la relación».
El kirchnerismo siempre ha visto con excepticismo la posibilidad de un TLC con la UE que implicaría una profunda apertura comercial y una flexibilización del frente externo. En contraposición, el Gobierno de Kirchner ha mantenido durante años un esquema proteccionista que frena importaciones para evitar desequilibrios en la balanza comercial. La discusión entre los miembros del bloque sudamericano es verdaderamente estructural: si Brasil, Uruguay y Paraguay finalmente decidieran firmar con la UE sin el consentimiento argentino, el Mercosur se transformaría de hecho en una zona de libre comercio y dejaría de ser la actual unión aduanera con arancel externo común para los productos extrazona.
El «tire y afloje» atiende, al mismo tiempo, asuntos de política doméstica. En Brasil, el sector financiero exige a Rousseff señales claras de ortodoxia que permitan reactivar la economía. A eso se suman las urgencias del empresario brasileño, que ve con temor la posibilidad de que sus exportaciones sufran el impacto del «súper tratado de libre comercio» que la UE prevé firmar con los Estados Unidos en 2016.
Eso explicaría por qué el Ejecutivo brasileño ha decidido aumentar inmediatamente la presión sobre su principal socio comercial, aún a sabiendas de que a Cristina de Kirchner le quedan sólo seis meses de mandato. Nadie desconoce que la relación entre ambos Gobiernos pasa por un momento crítico: Rousseff y Kirchner no se reúnen para hablar sobre el Mercosur desde abril de 2013, pese a que el protocolo bilateral requiere encuentros entre ambos Ejecutivos cada seis meses.
A esta altura, la única duda es cuánto tiempo demorará Brasil en activar las negociaciones con la UE sin el aval de Argentina. Es posible que la cumbre en Bruselas no arroje todavía un anuncio concreto. Pero será un ambiente más que propicio para los contactos discretos, ya que la nueva postura de Brasil es un hecho tan cierto como su distanciamiento de Argentina.
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