¿Por qué resultan tan ofensivas para el islam las caricaturas sobre Mahoma?
La religión del Corán es iconoclasta y no comparte el concepto occidental de tolerancia
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El islam, en prácticamente todas sus variantes, tiene una dilatada tradición de iconoclasia, doctrina que prohíbe toda representación y culto de imágenes de la divinidad y del profeta Mahoma por considerarlo blasfemo y -en el caso de los santos- próximo a la idolatría. En ese contexto de fe religiosa es lógica la reacción airada del mundo del islam cuando en el 2005 el diario de mayor tirada en Dinamarca decidió publicar una serie de caricaturas de Mahoma, tradición que desde entonces ha retomado, con acentos más cáusticos, el semanario francés “Charlie Hebdo”. La publicación satírica francesa no solo contraviene una tradición musulmana -la prohibición de la representación de Mahoma- sino que además lo hace con tintes burlescos, llevados a veces hasta el extremo.
Junto a la iconoclasia, el islam desconoce también el concepto de tolerancia, por lo que un viejo caballo de batalla contra Occidente -en particular en el seno de organizaciones como la ONU- gira en torno a la exigencia de los países musulmanes de imponer una legislación universal contra la burla o crítica de las religiones (en primer lugar la mahometana).
Esa eventual norma mundial, o “ley de la blasfemia”, se aplica ya en muchos países donde se practica la Sharía, la legislación penal islámica. La ley sirve para aplicar una feroz censura de prensa, tanto escrita como en internet, y en muchos casos para perseguir a las minorías religiosas no islámicas cuando al menos dos testigos musulmanes se ponen de acuerdo para acusar a alguien de haber proferido una blasfemia. En Pakistán, el caso de la cristiana Asia Bibi, condenada a muerte desde 2009, es todo un símbolo de los excesos de esa doctrina.
La tradición occidental de libertad de expresión, de fuertes raíces cristianas, se combina con una concepción del derecho que está en las antípodas del islámico. En Occidente no es viable penalizar la difamación de religiones o de ideas; la ley penal solo admite la difamación de personas.